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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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Leopoldo se estaba preparando para sustituir a Suárez en la presidencia. Pío Cabanillas le buscabaaliados, seguidores, patrocinadores y propagandistas. Incluso cerca de los oídos del monarca. Sin irmás lejos, el íntimo amigo del Rey, Manolo Prado y Colón de Carvajal, hacía el marketing deLeopoldo, en La Zarzuela y entre la jet económica y social que él frecuentaba, al tiempo que en esosmismos ambientes se oxidaba el liderazgo de Suárez.Pasado algún tiempo, Suárez lo dijo: «A Leopoldo no le elegí yo; le puso el Rey.» [42] ».El amigo y hombre de confianza de Suárez era Agustín Rodríguez Sahagún. Sólo a él podía pedirleuna disponibilidad total para un rol interino: cubrir el puesto de presidente del partido en aquellaemergencia de transitoriedad.Y le advirtió: «Agustín, no te pido que me guardes la silla, porque me voy con decisión de novolver, ¡ni aunque me saquen a hombros en Palma! Lo que sí te pido es que guardes el partido. Queno se desguace porque yo me vaya a un rincón como militante de base.» [43]Rodríguez Sahagún no aspiraba a ser presidente, pero estaba dispuesto a hacerle a Suárez el favorde cubrir su lugar en el Gobierno y en el partido, de modo eventual, mientras pasaba el ciclóngolpista y se diluía la Operación Armada.En cuanto a Landelino, lo chocante era que sus epígonos democristianos y la banda de los críticos—Operación Walesa se llamaban— tenían más ambición de poder y mando que el líder. De ahí susvacilaciones y sus dudas a la hora de lanzarse desde el trampolín.Leopoldo, en cambio, iba flechado a conquistar la presidencia. No dejó de autopostularse enningún momento. Y repetía sin rubor: «El liderazgo no es problema, yo estoy disponible.»Estaba persuadido de que era el candidato de peso, el indiscutible.Pérez-Llorca, ministro de Exteriores, que le secundará en su labor de Gobierno, recordaba añosdespués esta expresiva anécdota:En enero de 1981, cuando intuíamos que Adolfo estaba pensando en dimitir, Leopoldo ya se movíaen busca de apoyos dentro de UCD. El 7 u 8 de enero, invito a comer en el palacio de Viana a Pío y aLeopoldo.—No vamos a retenerle —dice Leopoldo—, ni a hacerle un homenaje de aclamación. Si quiereirse, que se vaya.—Bueno, el problema no es que se vaya Adolfo —matizo yo—, sino «el día después»: después,¿quién?Estábamos ya sentados a la mesa. Los asientos eran sillas con brazos. Entonces, Leopoldo selevanta, como activado por un resorte:—¿Quién? ¡No! —y cogiendo los dos brazos de su silla, la desplaza consigo mismo arrimándolamás a la mesa, se sienta con brío, y concluye—: ¿Quién? ¡Yo! [44]Leopoldo, el sustituto inocuoSuárez encarga a Rafael Arias-Salgado que prepare la votación del candidato a sucesor al frentedel Gobierno, y que Agustín Rodríguez Sahagún se reserve para proponerle en el Congreso de Palmacomo candidato a presidir el partido. Se jugaría por primera vez la experiencia de la doble silla: dospresidentes. Suárez les ha dicho: «Tenéis que decidirlo entre vosotros. Y si hay votación, yo votaréen blanco o no votaré.» Pero en un aparte, habla con Fernando Abril y Rafael Calvo Ortega y lesindica que, según vean el panorama, voten a Rodríguez Sahagún, para arroparle, y que no ganeLeopoldo por goleada. A Lavilla le ha convencido de que dé su voto a Leopoldo, «y no te lo calles;

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