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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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disuadir a Suárez, pero es en vano. Como en su listado de razones apenas ha mencionado al Ejército,Lamo insiste sobre esa cuestión:No me habló de la presión militar. Yo entonces tampoco sabía con la certeza con que luego lo supeque el día 23 de ese mismo mes hubo una encerrona de generales en Zarzuela: que el Rey llamó aSuárez y le dejó a solas con ellos. Pero sí me habían llegado algunos rumores, a raíz de que el Reysuspendiera la montería de Lugar Nuevo. Le comenté lo que yo había oído sobre «una tormentosareunión con militares en palacio». Adolfo me escuchó con atención, no entró al trapo, pero tampocolo desmintió ni me lo negó. Me contestó como hablando en hipótesis:—Jaime, yo nunca me iría por una cosa de ésas... Todo lo contrario. Ante una situación de ese tipo,instintivamente yo me crezco. No me voy por ninguna presión de los militares, aunque sé que las hahabido y muy fuertes. Pero, créeme, de haberse planteado así, conmigo se habrían estrellado. Mireacción habría sido exactamente la contraria: quedarme y luchar bravamente para supeditar el podermilitar al poder civil. ¿Amenazarme con una pistola? ¡Sería no conocerme! Ya hace tiempo que estoypsíquica, mental y moralmente preparado para que me peguen un tiro en el pecho o en la sien. [40]Por la tarde, mientras Josep Melià, Pío Cabanillas y Rafael Arias-Salgado, siguiendo las ideas queles ha indicado Suárez, preparan un bosquejo del discurso de dimisión que ha de decir por RTVE,Suárez se reúne en su despacho con Gutiérrez Mellado y con Agustín Rodríguez Sahagún. Ellos —ysólo ellos— quedan alertados de la Operación Armada que, con su dimisión, trata de neutralizar.Hasta ese momento, era un conocimiento que no había compartido. Y nadie más del Gobierno o delpartido ha de saberlo. Pero es la razón de que todo haya de hacerse con rapidez, con sigilo y concautela: por tratarse de un golpe militar y civil, los implicados pueden estar sentados en nuestramesa, compartiendo nuestros planes y deliberaciones. Entre los tres establecen las medidasadecuadas para intensificar controles precautorios en las regiones militares y departamentosmarítimos, y evitar que se produjera alguna asonada en las fechas de «sede vacante», con elGobierno en funciones, es decir, desde el anuncio público de la dimisión, el viaje de los Reyes alPaís Vasco, el Congreso de la UCD con todo el Gobierno en Palma, los días de las consultas regias,y los debates parlamentarios hasta que concluyese la investidura del candidato a sucesor. Unparéntesis con la apariencia del vacío de poder, peligrosamente largo. Conscientes de que, duro oblando, acechaba un golpe.Suárez: «A Leopoldo no le elegí yo; le puso el Rey»A las 24.30 de la noche de ese mismo miércoles 28 está convocado el sanedrín de los barones querepresentan a las diversas familias de la UCD para elegir al sucesor. Arias-Salgado, Martín Villa,Abril, Fernández, Cabanillas, Pérez-Llorca, Lavilla, Calvo Ortega y Calvo-Sotelo.Suárez se entera de que a Landelino no se le ha avisado y, pasadas las diez de la noche, él mismole llama por teléfono: «UCD es una y es de todos. Quiero de modo muy especial que tú, como líderdel sector crítico, participes en la elección del sucesor.»Le envía un vehículo de incidencias, porque a esas horas el presidente del Congreso ya hadespedido a su conductor. Luego se entrevistan a solas, para revisar a los posibles candidatos, demodo que quien saliera elegido, teniendo aptitudes para gobernar, fuese aceptable por los diversosgrupos y tendencias del partido. Más que un perfil concreto, buscan un hombre de consenso dentro de

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