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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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pero el contenido de mi entrevista con él es secreto. No me pregunten porque no diré nada sobre ello.Sólo que no debemos apremiarle con prisas: el Rey es consciente de que hay que desarrollar unalabor paulatina, difícil, minuciosamente meditada. Y me voy contento porque lo he visto biendeterminado a actuar con decisión y sin titubeos. [171]El Rey por teléfono a Carmen: «El día D es mañana»En los últimos días de junio llegó al Consejo Nacional del Movimiento el informe con los puntosque el Gobierno pretendía modificar en dos Leyes Fundamentales. Los consejeros, convocados parauno de los interminables y estériles debates, plantearon inmediatamente una actitud frontal debarricada corporativa. Percibían que se acercaba el fin, su propio fin.—¿Qué va a pasar con el Consejo Nacional? ¿Y con el Movimiento? Estamos dando la impresiónde que aceptamos por las buenas su desaparición —preguntaba aguerrida la falangista Mónica Plaza—. Yo no puedo aceptar la reforma que se nos propone sin que me den explicaciones más amplias.A esa voz se unieron otras:—Que nos den seguridades de que la estructura, los fines y las funciones del Movimientocontinuarán... ¡o esto es una almoneda!También en clave de exigencia, Diego Salas Pombo y Alejandro Rodríguez de Valcárcel seopusieron a aquellas reformas aisladas con un argumento que decían de «justicia histórica, equidad ygratitud social»; aunque en puridad era de mantenimiento de las clientelas:—Se ha de garantizar la continuidad en sus tareas y empleos a cientos de miles de hombres ymujeres del Movimiento.—Sí, porque esos militantes han servido con lealtad y generosidad a la mayor grandeza de España.Y, tras el primum vivere, vino el deinde filosofare. Gonzalo Fernández de la Mora, ex ministrofranquista, diplomático y autor de El crepúsculo de las ideologías, [172] pidió la palabra para«razonar» la médula del inmovilismo:—Los Principios Fundamentales del Movimiento —dijo— no son una ideología que pueda conocerun ocaso; son una doctrina, son la base dogmática inspiradora de nuestro ordenamiento políticonacional, y eso es inmutable.Esto ocurría el 30 de junio de 1976. A los consejeros nacionales de la «resistencia dogmática» seles había parado el reloj en la madrugada del 20-N de 1975, y no querían enterarse de que la función,su función, había terminado.Muy pocas horas después, el Rey en persona dejaría caer el telón.El diario de Carmen Díez de Rivera registraba, cosa extraña, dos anotaciones en una misma fecha:30 de junio. De nuevo, duda. Le angustia lo de Snoopy [Arias, en nuestro argot]. No sabe biencómo decírselo. Lleva tres días angustiado. Hablamos de las posibles reacciones: volver o llamardespechado; vender el favor al que crea su sucesor; o tomarlo bien. Entonces —me dice— leconvidaría a comer. Recibe a Fernando Claudín.30 de junio. A la una menos veinte de la madrugada, llama The King para decirme que el «día D»será mañana a la una y cuarto.Arias: «Juan Carlos me ha borboneado, me ha echado»

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