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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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secretario personal; y éste, con Armero. De otra parte, como Carrillo no estaba localizable en París,porque vivía clandestinamente en Madrid, y eso no lo sabían ni Armero ni nadie del Gobierno, suintermediario era un camarada del PCE, Jaime Ballesteros. Una cadena compleja en apariencia, peroveloz en la transmisión: Suárez-Delgado-Armero-Ballesteros-Carrillo. Y por ahí circularon conurgencia y a cualquier hora de la madrugada las pulsaciones de un país donde el presente quería abrirlas puertas del futuro, y se lo impedían las fuerzas del pasado. Durante las semanas trágicas queEspaña vivió en el vórtice de un concurso irracional de violencia, cuando mataba ETA, mataba laPolicía, mataban los pistoleros de la ultraderecha, los Grupos de Resistencia Antifascista Primero deOctubre (Grapo) secuestraban, el generalato amagaba con un golpe militar y la democracia hacíaequilibrios sobre el filo del sable, esa línea caliente sostuvo el pabellón en pie frente a todos lostrallazos. [63]«El Rey no podrá sacarse leyes de la manga, como hacía Franco»El verano de 1976 no fue para el Gobierno de Suárez un verano con hamacas al sol. La reformapolítica, ese «ir de la ley a ley» que decía Torcuato Fernández-Miranda, requería una «ley puente»directa, clara, breve y sencilla, que cualquiera pudiese abarcar de un vistazo y comprender porentero. Suárez puso a pensar y a elaborar proyectos a las mejores seseras jurídicas de cadaministerio. Los «cabeza de huevo», acodados en sus mesas de despacho, emborronaban folios —nohabía ordenadores, a lo sumo máquinas de escribir eléctricas— produciendo esbozos y maquetas.Entre el 9 y el 12 de agosto debían estar entregados esos trabajos. Hubo borradores de estilos tandistintos como sus autores: José Manuel Otero Novas, Miguel Herrero de Miñón y Eduardo Navarro,con aportaciones puntuales de José Miguel Ortí Bordás, Félix Hernández Gil, Aurelio Menéndez...También se pidió un boceto al catedrático Carlos Ollero.Cuando Adolfo Suárez tuvo sobre su mesa todo ese material, a veces coincidente, a vecesdiscordante, se quedó perplejo. Llamó al presidente de las Cortes, que estaba en Asturias. Dada laimportancia del asunto y la premura, Torcuato se desplazó a Madrid, recogió todos los folios depropuestas y se recluyó dos días en Navacerrada, el 21 y 22 de agosto, para estudiarlos.El lunes 23 fue a su despacho de las Cortes y le dio a Juan Sierra, su secretario, unos papelesmanuscritos, garabateados y con tachaduras, para que los pasase a limpio. Y de ahí marchó a ver aSuárez a Castellana 3. Le entregó un folio escrito a máquina, a un espacio:—Aquí tienes esto, que no tiene padre.Era un modo críptico de decir que «esto», el alma jurídica de la reforma, era de muchos y deninguno, tenía algo de todos y de nadie... Y también, una forma elegante de renuncia al copyright:«Yo, como presidente de las Cortes, no puedo, no debo, dirigir el debate y la votación de una ley dela que soy autor.» En adelante, Torcuato la llamó «la expósita». De padre desconocido.Encargué el diseño de ese proyecto a un reducido número de personas —explicó años más tardeAdolfo Suárez—. Torcuato Fernández-Miranda presentó una propuesta absolutamente válida, quecoincidía con otras... Sobre todas ellas, el Gobierno elaboró el proyecto de Ley para la ReformaPolítica. [64]En el inmediato Consejo de Ministros, el 24 de agosto, Suárez entró llevando el folio de Torcuatoen la mano. Sin revelar la paternidad, por respeto al anonimato que el autor había pedido, lo leyó.Los ministros dedujeron enseguida que aquel estilo sobrio, cortante y preciso, diciendo tanto desustancia en tan breves párrafos sólo podía ser de Torcuato. Dirigiéndose a Landelino Lavilla, dijo:

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