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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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quedó grabado cuanto se habló aquella tarde y noche desde las capitanías generales, divisiones,brigadas, cuarteles, departamentos marítimos, gobiernos militares y civiles, Cuartel General delEjército y, por supuesto, palacio de La Zarzuela. El monstruo captador del cuarto de escuchas no eraselectivo.Preguntado en su día el presidente de Telefónica Salvador Sánchez-Terán por el destino y paraderode esas cintas, respondió: «No lo sé. Yo estaba secuestrado. Sí sé que ese cuarto de escuchasfuncionó todo el tiempo que duró el secuestro. Pero nunca he tenido esas cintas, ni las he visto, ni sécuánto ocupan... Lo legal y lógico sería que Julio Camuñas las hubiese entregado en depósito alministro del Interior, y que éste las pusiera a disposición del juez togado instructor de la causa 2/81.Eso era, en definitiva, un aparato probatorio de un valor incontestable. Literalmente, la caja negra delgolpe.» [50]Los mandos del CESID también se atribuyeron «haberlo grabado todo desde la base París, centrooperativo de la Agrupación Operativa de Misiones Especiales (AOME); y que «una vez escuchadaslas conversaciones, las cintas seleccionadas por su interés se depositaron en la caja de seguridad delCESID en un banco de Union Bank of Switzerland (UBS), en el cantón italiano». Al menos en 1991allí continuaban guardadas.Desde el Palace, Armada llama a Gabeiras: «He fracasado en mi gestión de liberar al Gobierno y alos diputados. Este hombre está loco, es irreductible.» Gabeiras traslada el parte a La Zarzuela:«Tejero no ha permitido que Armada se dirija a los diputados, ni menos aún acepta el avión parasalir de España.» Es la 1.20. Tres minutos después, se emite por RTVE el mensaje del Rey.Tejero, a quien encomendaron que activara «el detonante», fue finalmente el artificiero que lodesactivó. No fue el Rey, fue Tejero quien se cargó el golpe. El verdadero golpe. El de Armada consu pretendido ritual parlamentario. El golpe palaciego de guante blanco y sin sangre; el que hubiesesacado de la chistera un presidente y un Gobierno, burlando las urnas; que se habría validado en LaZarzuela, en el Parlamento, en los partidos, en el Ejército, en la banca, en las cancillerías deOccidente, en la OTAN... Sí, pero al carísimo precio de envenenar una vida democrática donde, enadelante, todos serían turbios cómplices trabados con pactos de silencio.Armada escucha el mensaje del Rey en el coche que le lleva del Palace a Amador de los Ríos 7,donde Laína le espera. [51] Y entra diciéndole muy alterado:—¡El Rey se ha equivocado! ¡Con ese mensaje ha disociado la Corona del Ejército, la haseparado! Éste es un asunto militar y hay que arreglarlo entre militares, con las leyes militares y lasautoridades militares.La misma peligrosa idea que tuvo la JUJEM por la tarde del 23-F. Y la misma que Armada tenía yaen 1975, antes de la Transición, cuando le decía al diplomático José Joaquín Puig de la Bellacasa,del staff de La Zarzuela: «De la restauración de la Monarquía ha de encargarse el Ejército, comosiempre se ha hecho.» ¡El militarismo monárquico! La saga de los espadones restauradores:Espartero, Narváez, O’Donnell, Prim. Quizá ya entonces pensaba Armada en añadir su ilustreapellido a esa orla de generales sustentadores de reyes.El momento heroico de LeopoldoLa segunda vez que el comandante Fernando López de Castro visitó a Suárez, ya eran casi las dosde la madrugada. El Rey había aparecido en RTVE a la una y cuarto. Suárez estaba sereno,dominando la situación, sin descomponer su figura —«el presidente inarrugable», solían decirle en

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