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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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digamos, «poder de audiencia», para recibir información de primera mano. No me parece mal que elRey escuche a cuantos más, mejor.—Bueno, tú háblale al Rey, y dile lo que te he dicho. Si tú o él tenéis algo que decirme, decídmelohoy, porque yo grabo mañana. [100]Arias necesitaba detener las críticas que su pasividad y sus promesas al ralentí venían generandoen la opinión pública y dentro del Gobierno; pero quería hacerlo en persona, sin intermediarios,dirigiéndose a los españoles desde la televisión, que él consideraba su gran plataforma. Le parecíainútil hablar en las Cortes. «De esa gente nada puede esperarse. Mi arma es la televisión: hablarle alpueblo, que es el que está conmigo de verdad.» «Aquí, el popular soy yo, no el Rey», solía decir.Pero como su speech televisivo iba a ser una afirmación de autoridad y una respuesta arrogante a ladescalificación que el Rey le había lanzado desde Newsweek, no pensaba someterlo a consultaprevia de cortesía ni ante el Rey ni ante los vicepresidentes de su gabinete.La comparecencia de Arias en Televisión Española (TVE) estaba anunciada para el 28 de abril alas nueve y media de la noche. La víspera, el Rey llamó por teléfono al presidente Gerald Ford. Nopudo hablar con él en ese momento. Atendió la llamada el teniente general Brent Scowcroft, adjuntoal presidente, y tomó nota de cuanto dijo el rey Juan Carlos. Inmediatamente, pasó un recado urgentea James E. Connor, secretario personal de Ford, recomendando «que el presidente telefoneeenseguida al Rey de España». Se puso a la máquina y redactó una minuta con lo que Juan Carlosacababa de decirle:El Rey desea trasladar al presidente su sospecha de que el esperado discurso que Arias Navarro vaa emitir mañana, 28, por televisión a todo el país, será ambiguo y decepcionante en su contenidorelativo a la democratización. Por tanto, teme que dimitan los ministros más aperturistas, y que esohaga peligrar la aprobación del tratado por el Senado de Estados Unidos. Por otra parte, Arias, bajola presión de los elementos más reaccionarios e inmovilistas, se niega no ya a dialogar sino areunirse siquiera con líderes de la oposición democrática más moderada. Si todos estos temores seconfirman, el paso siguiente será que el Rey tenga que pedirle la dimisión.Brent Scowcroft pergeñó también la respuesta que Ford debía dar.El presidente americano devolvió la llamada al Rey y en tono muy expresivo le transmitió su«pleno apoyo, personal y presidencial, por sus esfuerzos para llevar a España hacia una mayordemocratización» y «mi promesa de que haré cuanto esté en mi mano para que el Tratado de Amistady Cooperación se ratifique cuanto antes». La conversación duró cinco minutos. [101]El 28 por la tarde, los ministros Areilza y Garrigues acudieron a una cita con Fraga, en su despachode la calle Amador de los Ríos: «Aquí hablaremos tranquilos y sin moros en la costa.» Como jefe delas fuerzas policiales, Fraga tenía su torre de mando bien blindada contra pinchazos y grabaciones.Garrigues había ido a La Zarzuela «a tratar unos temas relativos a las tres Leyes Fundamentales queArias quiere enviar a las Cortes, para que se entretengan unos cuantos meses más mareando laperdiz».—El Rey está indignado y no lo disimula —les comentó Garrigues—, porque el presidente no le haconsultado ni media palabra sobre lo que va a decir esta noche. Me enseñó el texto, lo tenía encimade la mesa. Arias se lo envió ayer a última hora, con una simple tarjeta de visita, pasadas las ocho dela tarde lo entregó el motorista en Zarzuela. Igual que a nosotros... O sea, los técnicos de Televisiónlo han conocido antes que el Rey y antes que el Gobierno.Según dedujo Garrigues, escuchando al monarca, la crisis estaba planteada.

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