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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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sabelotodo: quién tiene el poder y quién debe tenerlo.Y a partir de ahí, la transferencia del poder al pueblo, para que él fuese el constituyente que sediera a sí mismo sus propias leyes. La soberanía popular, hogaza de toda verdadera democracia.17 de junio —escribe Carmen Díez de Rivera—. The King anda dándole vueltas a «la pelota» conel tema del número uno [Arias]. No sabe qué hacer. Armada le dice que si nombra a alguien capaz, lequitará imagen.En el entorno próximo al Rey, el general Armada era el mayor rodrigón de Arias. Defendía supermanencia a capa y espada, porque veía en él al albacea de Franco y al guardián fiel de su obra.Pero ni el sibilino Nicolás Maquiavelo hubiese aconsejado a Lorenzo de Médicis que, puesto anombrar a un jefe del Gobierno, nombrase a alguien incapaz... para que no le hiciera sombra ni lequitase imagen.Ciertamente, aquel 17 de junio circuló entre los ministros la especie de que Arias se sentía en unaposición frágil, veía venir una crisis de Gobierno que el Rey ya estaría cavilando, y pensabaadelantarse, provocando él mismo una crisis parcial del gabinete a base de hacer saltar otra pieza.Llevaba días incomodando y presionando al ministro de Información, Martín-Gamero, para quedimitiera. Si éste le presentaba la dimisión, el Rey no tendría otra salida que aceptársela. Con esajugada, Arias le imponía al Rey su propia agenda, le decía una vez más «aquí mando yo», y aplazabala verdadera crisis.La estratagema se daba como algo cantado. Tanto que Fraga, sin perder un minuto, en cuanto supoque corrían malos vientos para Martín-Gamero, se presentó en La Zarzuela con tres candidaturaspara la cartera de Información y Turismo. Tres amigos suyos, por supuesto: Manuel Jiménez Quílez,Jesús Aparicio Bernal y Jaime Delgado Martín. Al ver que el Rey le escuchaba serio y sin mostrarespecial agrado por ninguno de los «recomendados», Fraga soltó con sorna otra posibilidad: «... Oun tal Suárez, o así.»Días más tarde, el Rey lo comentó con Areilza: «No me gustaron los nombres, pero menos aún megustó el gesto de Fraga.» Aún no había ministro muerto y ya estaban buitreando alrededor.«Soy el Rey de España para todo el mundo, menos para mi padre»Don Juan de Borbón ingresó en el Instituto Barraquer de Barcelona el 19 de junio por undesprendimiento de retina del que sería intervenido tres días después. Le acompañaban su mujer,doña María, sus hijas Pilar y Margot, y sus yernos Luis Gómez-Acebo y Carlos Zurita. Juan Carlos alvolver de Estados Unidos con el espaldarazo internacional, le había pedido a su madre queconvenciera a Don Juan de que era un momento oportunísimo para el traspaso de sus derechos altrono: «Resulta que soy el Rey de España para todo el mundo menos para mi padre.»Durante esos días, Juan Carlos telefoneó varias veces a sus padres. Pero sobre la renuncia, nohabía respuesta. Por su parte, él hacía gestos que la gente podía traducir fácilmente como unaconfirmación de su jefatura de la dinastía. Así, el día 21, víspera de la operación quirúrgica de DonJuan, asistió en Segovia a las maniobras militares hispano-francesas, Galia V, y llevó consigo a suhijo Felipe, al que presentó como «mi heredero, el Príncipe de Asturias». Era el bautismo de armasdel niño príncipe. Todos los periódicos nacionales y varios franceses reprodujeron la imagen.En su diario, Carmen dejó constancia de una conversación con el Rey aquel mismo día. A juzgarpor sus notas, ella le informó de un «tremendo artículo en Le Nouvel Observateur que trata de latortura en España». Don Juan Carlos se sacudió las culpas de la acusación. «Carmen, ya sabes cuál

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