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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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Carmen tiene la primicia: «El señorito será director de orquesta»El 24 de junio, San Juan Bautista, la fiesta de la onomástica del Rey, se celebró por vez primeracon una gran recepción de mil quinientos invitados en los jardines del Campo del Moro, los propiosdel Palacio Real. Ujieres, mayordomos, camareros de levita y calzón corto. Grandes bandejas,exquisito bufé a ambos lados de la alameda. Al fondo, los Reyes recibiendo el besamanos. Sonaba lamúsica. Todo elegante y bien tenido. Rumores de crisis a media voz. «Arias, kaput.» «Ya, pero¿cuándo?» «Lo que aún no se sabe es quién...»En los corrillos, bisbiseos maliciosos de política:—No sé adónde vamos a parar...—Como dijo el otro día Madrid del Cacho en las Cortes, «el banco del Gobierno ya no es el bancoazul; es el banco ciclamen, una mezcla de azul y rojo».—Mirad lo que os digo: a la próxima fiesta vendrán Isidoro y Carrillo... En bicicleta, perovendrán.—No, a la próxima fiesta Felipe y Carrillo vendrán en coche, y nosotros los recibiremosencantados. Y a la otra, vendrán también... Y nosotros ya no vendremos.De pronto, relámpagos y truenos. La tormenta descargó con tromba de agua. El catering, mojado.Las señoras, dando grititos y refugiándose bajo los árboles, los vestidos de gasa pegados al cuerpo yel rímel resbalándoles por las mejillas. Los caballeros, con sus uniformes de gala y sus fracsempapados. Se suspendió el concierto. Todo el mundo corría ridículamente. Quien pudo buscócobijo en los salones del Palacio Real.«Ésta es la venganza del Generalísimo», decía alguien con sorna.De alguna manera, aquello era una escenificación, entre cómica y patética, del ocaso del régimen:consejeros nacionales, procuradores, gerifaltes de Falange, generales, embajadores, personajes ycomparsas se retiraban por el foro, ajados y deslucidos. Se acabó la función. Mientras, el imponentedecorado iba desmoronándose bajo el aguacero. Durante años creyeron que era un búnker decemento, pero era sólo una ostentosa fachada de cartón.Ese mismo día 24, Carmen Díez de Rivera tuvo la primicia y la plasmó en su diario:San Juan. Creo que ya está hecho que «el señorito» sea director de orquesta.25 de junio: llama Suárez, nervioso, con su dirección de orquesta.Ritmo fuerte. Todo se acelera.26 de junio por la tarde. Antepalco del estadio Vicente Calderón. Las autoridades tomaban unrefrigerio, en el descanso del partido final de la Copa —llamada aún del Generalísimo—. El primertiempo había terminado con un gol del Atlético de Madrid, marcado por Gárate de cabeza contraJunquera, el meta del Zaragoza. Presidía el Rey. Con él, la infanta Elena y el príncipe Felipe, hinchadel Atleti. Estaban también en el palco el presidente Arias, el ministro Adolfo Suárez, lospresidentes de los clubes de fútbol contendientes, José Ángel Zalba del Real Zaragoza y VicenteCalderón del Atlético de Madrid, y los presidentes del Real Madrid, Santiago Bernabéu, y del FútbolClub Barcelona, Agustín Montal. El Rey bromeó con Zalba, que tenía treinta y cuatro años y era elpresidente más joven de España: «Pero, hombre, ¿cómo te dejas ganar por estos veteranos?»Escampó la mirada alrededor: Bernabéu, ochenta y un años; Calderón, sesenta y tres; Arias Navarro,sesenta y ocho...Llevaban racha de calor, y apetecía el Pommery Brut bien frío que le habían servido. Bebió otro

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