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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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4 de octubre. Cuando el Gobierno ha aprobado su proyecto de Ley para la Reforma, Cataluña hapodido celebrar la Diada prohibida durante cuarenta años y en el País Vasco vuelve a ondearlibremente la ikurriña, ETA asesina en la puerta de su casa a Juan María Araluce Villar, presidentede la Diputación de Gipuzkoa y consejero del Reino. En el mismo tiroteo, acribillan al chófer y a lostres policías escoltas. Fundido de cinco sangres.11 de diciembre. Cuatro días antes del referéndum, los Grapo secuestran a Antonio María de Orioly Urquijo, presidente del Consejo de Estado. Hay serias sospechas de que los Grapo son unaexcrecencia policial de extrema derecha. Así lo piensan Gutiérrez Mellado, Martín Villa y Sáenz deSanta María. [95]15 de diciembre. Referéndum sobre la reforma. Llovizna sobre Madrid. Torcuato, Suárez y el Reymadrugan, se enfundan sus gabardinas blancas, van a votar y siguen con inquietud el minuto a minutode la jornada. Es «su obra» sometida a examen. Suárez no sabe qué es peor, si una alta tasa deabstención, de indiferencia, o un triunfo del no al cambio, del franquismo sin Franco. La víspera, DonJuan telefoneó a su hijo:—Los Reyes no votan nunca.—Esto es distinto, papá. No voto a ningún partido. Voto democracia... Es con lo que estoycomprometido.Sin embargo, el Rey está confuso. Se lo confiesa al embajador de Estados Unidos, Wells Stabler.Después de comentar su conmoción por el secuestro de De Oriol, y confirmarle que Carrillo está enEspaña, que usa disfraz para sus viajes, y que ha cenado el día 28 de noviembre en casa de Areilzacon otros dirigentes políticos de la oposición, entre ellos Felipe González, el monarca intentaadivinar el efecto que estos hechos tendrán en el referéndum: quizá reduzcan las abstenciones, puedeque como reacción se anime a votar sí la gente que está a favor de la reforma; aunque también esposible que aumente el no de los que consideran que el Gobierno es incapaz de solucionar estasdificultades... «Pero el Rey parece más tranquilo —escribe esa misma noche el embajador en sumemorando a Washington— con un incremento de los votos del no que con un aumento de laabstención; es más, se inclina a pensar que habrá muchos votos negativos por parte del Ejército,veteranos y cuadros medios, lo cual permitiría al Gobierno explicar al país que sería más sensato noacelerar demasiado el programa reformista.» [96] Un testimonio elocuente de la tibieza —no siempreha de llamarse prudencia al encogimiento de ánimo— con que, llegada la hora de la verdad, el Reyprefiere ralentizar el cambio. Sí, el cambio. Porque la Ley para la Reforma no es otra cosa que la leyque manda hacer el cambio.Aunque la izquierda propugnaba con sordina la abstención, la afluencia ciudadana a las urnas fuealtísima: el 77,4 por ciento del censo. Y el resultado, abrumador: el 94,2 por ciento a favor de lareforma; en contra, el 2,6 por ciento.17 diciembre. Cuando no han pasado ni dos días desde que los españoles han dicho masivamenteque quieren vivir de otra manera, varios centenares de guardias civiles y policías grises se echan a lacalle a protestar —cosa insólita hasta entonces— en contra de la política del Gobierno. Insultan a losministros y zarandean al general Chicharro, que intenta disolver a los manifestantes. No haysanciones para los guardias y policías, pero sus mandos son destituidos. [97] El 22 de diciembreasumen sus cargos los nuevos responsables: Mariano Nicolás, director general de Seguridad; elgeneral Antonio Ibáñez Freire, director de la Guardia Civil; y el general José Timón de Lara,inspector jefe de la Policía Armada.

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