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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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Carlos March, Alfonso Escámez, Luis Valls Taberner, Alfonso Fierro, Ángel Galíndez, RafaelTermes; hombres de empresa como Carlos Pérez de Bricio, José María Cuevas, José AntonioSegurado o el propio Carlos Ferrer Salat; políticos de centro y de derecha: Salvador Sánchez-Terán,Pío Cabanillas, José Luis Álvarez, Landelino Lavilla, Manuel Fraga, Alfonso Osorio, Carlos Argos,Gabriel Elorriaga... Invitados fijos en esas sobremesas eran los militares Faura Martín, y Peñaranday Algar, miembros del CESID, cuyo cometido era escuchar para luego transcribir lo que allí se habíahablado y, periódicamente, redactar un «análisis de situación».El arco temporal en que se desarrollaron aquellos encuentros abarcaba los sucesos de la reformapolítica, la legalización del PCE y de los sindicatos, el cambio de régimen, la Constitución y elarranque de las autonomías. Y las conversaciones tenían un fuerte tono crítico hacia lo que algunoscomensales consideraban «debilidades entreguistas de Suárez y su Gobierno», y se concretaban enuna inquietud por la parálisis económica, el auge reivindicativo de los sindicatos y el riesgo de unaderiva federalista de las autonomías. El cúmulo de todo aquel material, despachado «a espita libre»,aun sin tener una urdimbre conspirativa, sí destilaba una atmósfera enrarecida contra la actuación delGobierno. Con sinceridad o con hipocresía, nunca faltaban en esos coloquios ampulosas defensas dela Monarquía, como «el gran bien que hay que proteger».Lo que Cortina y Calderón buscaban en ese mamotreto de papel no eran las conversacionestranscritas, sino unos folios añadidos en una carpetilla al final, titulados: «Estudio teórico sobre laposible aplicación en España de la Operación De Gaulle, como corrector del sistema desde elpropio sistema.»El año anterior, en abril de 1979, estrenándose Rodríguez Sahagún como ministro de la Defensa,visitó el CESID, y fue entonces cuando se fijó en ese dossier. Lo hojeó por encima, mientras eldirector Bourgón le explicaba algo de su contenido, y al reparar en el título de la carpetilla adosadase puso muy serio.—¿Qué significa esto de «corrector del sistema desde el propio sistema»?—Es un ejercicio teórico, una de esas hipótesis de trabajo con que se calientan los sesos nuestrosanalistas —le respondió Bourgón, por no decir «no tengo ni idea».—A juzgar por el peso, han gastado mucha sesera sus analistas haciendo esto. Envíemelo hoy omañana al ministerio, quiero echarle un vistazo.A la mañana siguiente, el dossier estaba en el despacho de Rodríguez Sahagún. Pero en el CESIDquedó otra copia.Suárez quiso leer algunas de las conversaciones. No eran lindezas las que ahí se decían de él. Leconfirmó la animosidad que suscitaba entre los gerifaltes del capital y la hostilidad manifiesta de losdirectores de periódicos. Pero tanto a él como a Rodríguez Sahagún les preocupó la carpetilla: elrecurso a un golpe militar para corregir el sistema, como corolario de lo dicho en todas esas cenas ycomidas.Citó a Anson y le llamó al orden muy severamente. No le cesó como presidente de EFE, pero ledijo con todas sus letras que una agencia nacional de noticias no podía seguir siendo un nido deconspiradores. [16]Por su parte, Rodríguez Sahagún hizo una limpieza drástica en la central de inteligencia: JuanMaría Peñaranda y Algar abandonó el servicio y se reintegró a la XII Brigada Acorazada de ElGoloso como jefe del Batallón de Transmisiones y Zapadores; a Faura Martín se le invitó a pedirotro destino militar; y el director Bourgón López-Dóriga cesó de un modo discreto y consolador:ascendido a general de división, fue destinado bastante lejos, a la Comandancia General deMelilla. [17]

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