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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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destitución de Arias. Y no entendió muy bien el cambiazo por Suárez, «una cría del falangismo».Un par de meses más tarde, el 2 de agosto, Carrillo se reunió con Areilza en París, en casa delarquitecto Ricardo Bofill, y allí el defenestrado ministro de Exteriores le ofreció su versión de loshechos. En opinión de Areilza, la tarea de Suárez se limitaría —y no era poco— a desmontar la«casa del régimen» que conocía ladrillo a ladrillo desde dentro, y una vez hecha la reforma el Rey lelicenciaría. A partir de ese momento, y para gestionar la etapa constituyente, el conde de Motricoestaría disponible, listo y bien relacionado con los dirigentes europeos y americanos, y con loslíderes de la plural oposición española con quienes no iba a dejar de relacionarse entre tanto. Ésaera su balconada de perspectiva.Carrillo planteó a Areilza su «necesidad y derecho de tener pasaporte español». Areilza le contóque, «en un viaje aquí, a París, como ministro de Exteriores, respondiendo a un periodista, dije:“Santiago Carrillo tiene el mismo derecho a obtener su pasaporte que cualquier otro ciudadanoespañol.” Bueno, pues la reacción en España fue tremebunda. El general Armada, indignado, le dijoal Rey “a Areilza hay que echarle del Gobierno a patadas, porque quiere meternos el comunismo encasa”. Y los cuatro ministros militares se me echaron encima, criticándome mi laxismo tolerante.» [60]No obstante, Areilza sugirió a Carrillo «telefonee usted a Miguel María de Lojendio, nuestroembajador aquí, pídale cita, y él se lo tramitará». Carrillo lo hizo a la mañana siguiente, y DeLojendio le recibió el 7 de agosto. Su petición le pareció razonable y por telegrama pidióinstrucciones al Ministerio de Exteriores. En Madrid, el ministro Marcelino Oreja estimó que no setrataba de un pasaporte cualquiera de los que se tramitan burocráticamente en un consulado, y dehecho Carrillo no acudió a un consulado, sino a la embajada de España. Era una cuestión política. Yla llevó a la mesa del Consejo de Ministros. No sólo se denegó el pasaporte «que sería tanto comolegalizar el Partido Comunista que Carrillo lidera», sino que el embajador De Lojendio fuedestituido fulminantemente. Entre su conversación con Carrillo, su cese en el cargo, y el plácet ynombramiento del nuevo embajador, el marqués de Nerva, apenas transcurrieron tres días. [61] Elembajador francés en Madrid, Jean-François Deniau, que tuvo que mediar en las gestiones «concarácter de urgencia» y en pleno agosto, ronroneaba: «¡Estos apasionados españoles...! ¿Otra vezarde París?», ironizando con el título de la novela de Larry Collins y Dominique Lapierre.Línea caliente y clandestina entre Suárez y CarrilloEl episodio del pasaporte fue un campanazo nada beneficioso para la imagen de apertura que seproponía el nuevo Gobierno. Suárez y Osorio decidieron que convenía «tender una línea de diálogocon Carrillo y mantenerse al habla». Sabían por el Rey que José Mario Armero tenía «entrada» conCarrillo. Suárez le conocía desde hacía años, siendo él director general de RTVE, en casa deEnrique Thomas de Carranza, y desde entonces no habían perdido la buena relación; así que leencomendaron reunirse con Carrillo, con el pretexto de la posible tramitación del pasaporte, yexplorar a fondo sus planteamientos políticos, su concepto de España, su actitud hacia la Monarquía,sus condiciones para participar en el nuevo escenario político... Le autorizaron a decir que leenviaba el vicepresidente Osorio.El encuentro fue el 28 de agosto, en Ville Cométe, una casa que tenía Teodulfo Lagunero a lasafueras de Niza y frente al mar. Almuerzo y larga sobremesa. Rocío, la mujer de Teodulfo, losatendió y luego los dejó solos. Armero tomaba notas en un bloc de bolsillo con membrete delrestaurante Darro, porque Carrillo dijo que no tenía inconveniente alguno en que su visitante

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