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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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primero en saberlo. El 26 por la mañana.» Sus seguidores están atónitos. Con esos dos sapos ya nonecesitan probar la liebre con chocolate que les han servido. Después les dice: «No hay quedescartar que Leopoldo sea sólo un presidente de transición, hasta que Suárez reponga pilas yregrese para las elecciones de 1983. Ganar elecciones, nadie lo duda, es lo que mejor se le da.» [45]En ese comedor hay algunas personas de la UCD comprometidas con la Operación Armada. Laidea de un Suárez de ida y vuelta, y de un Leopoldo «tapadera» para dejar sin argumentos el golpe detimón no les hace especialmente felices.Cuando ya en La Moncloa, a las cinco de la madrugada se decide que es hora de votar, Suáreztelefonea a Calvo-Sotelo: «Todo arreglado, Leo, vente.» Suárez los deja solos en el momento de lavotación.Siete del grupo crítico se ausentan de la sala, siete disidentes que no aceptan a Leopoldo. [46] Sedecide a mano alzada: veintiséis votos a favor de Leopoldo. Lavilla se abstiene «por tender unpuente de diálogo con el sector crítico». En reciprocidad, tres notables democristianos, MarcelinoOreja, José Luis Álvarez e Íñigo Cavero, apoyan a Leopoldo. [47]Leopoldo Calvo-Sotelo es una solución de compromiso no querida por nadie —comentaría PaddyGómez-Acebo, que no estaba allí, pero tuvo información directa de UCD, de Moncloa y del Rey enpersona—: el Rey no le señala, incluso tantea a otros, porque con Leopoldo no tiene química. AdolfoSuárez no le elige, no le sugiere; su candidato es Rodríguez Sahagún. El comité ejecutivo de UCD ylos barones tienen una larguísima discusión que dura toda la tarde y hasta las tantas de la madrugada,con votación incluida y mucha polémica, muchos paseos, acuerdos y desacuerdos, hasta que al finllegan a un nombre de compromiso, a gusto de nadie: el que menos deserciones y rupturas puedeprovocar, el que menos familias del partido tiene detrás arropándole, el que por no ser hombre deninguno puede serlo de todos. Y ése es Leopoldo. [48]Sabino Fernández Campo supo también que «el primer nombre que Suárez dio al Rey parasustituirle ad tempus fue el de Rodríguez Sahagún, hombre de su total confianza. La elección deCalvo-Sotelo debió de obedecer a una sugerencia del Rey, buscando contentar a sectores sociales,económicos y militares. Alguien que, sin tener que buscar fuera de la UCD, tranquilizara a todos, yaque se iba a parar en seco la operación del Gobierno de concentración presidido por Armada». [49]Aunque Calvo-Sotelo se jactaba después: «A mí no me eligió Suárez, a mí me eligió y me designóel Rey», lo cierto es que el Rey tardó en aceptar a Leopoldo, a pesar del buen cartel de condicionesque reunía y, sobre todo, a pesar de que era la propuesta oficial del partido gobernante.Está acreditado que en los días de las consultas regias con los líderes de los partidos, aunqueSuárez en nombre de la UCD propuso a Calvo-Sotelo, el Rey tanteó a otros dos relevantes miembrosdel partido: Jaime Lamo de Espinosa y José Pedro Pérez-Llorca. Y Adolfo Suárez lo supo: «Yoprimero propuse a Agustín Rodríguez Sahagún y el Rey no quiso. Luego tampoco quería a Calvo-Sotelo. Trató de sondear a otros posibles: Pérez-Llorca, Lamo de Espinosa...» [50]Al Rey le gustaba el estilo humano, la formación técnica y política, y la mentalidad de Jaime Lamode Espinosa. Un biotipo de centro-centro. Le parecía un buen dato que no perteneciera a ningunafamilia de la UCD. Y era incomparablemente más simpático y espontáneo que el almidonado Calvo-Sotelo. Así que, por su cuenta, preguntó e hizo preguntar qué aceptación tenía en los círculos de losinfluyentes sociales y económicos, en las cancillerías, en la prensa... Los militares no tenían nadacontra él. Aunque llevaba ya tres años como ministro de Agricultura y Pesca, había viajado muchopor el extranjero y apenas estaba «visto» dentro. Para la inmensa mayoría era un rostro nuevo.También desde La Zarzuela se solicitó discretamente algún indicativo de su estimación dentro del

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