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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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y que vagaba de noche por palacio con una tensión insoportable.Arias había logrado ponerlo ante una angustiosa elección: ¿arriesgar la Corona por conseguir lademocracia, o renunciar a la democracia por asegurarse la Corona?«Al Rey ni se le obliga ni se le acorrala»Al día siguiente, Adolfo Suárez telefoneó al presidente de las Cortes para interesarse por lasustitución de Arias.—¿Qué noticias hay, Torcuato?—El Rey está indeciso y muy presionado, da vueltas y vueltas a las consecuencias. Tú le conoces:su prudencia, su sentido común... Hay que aplazar el asunto.—¿Aplazar? —En la voz de Suárez había un punto de disconformidad—. Si el Rey no se decide,habrá que obligarle.—Al Rey ni se le obliga ni se le acorrala —respondió Torcuato, tajante.—Torcuato, no me malinterpretes. Tú sabes perfectamente lo que hay que hacer. Yo, como tú, sólodeseo servir al Rey; pero se está perdiendo un tiempo de oro y no están las cosas como para«aplazar». Además, esta esterilidad, este no hacer nada, a quien de verdad perjudica es al Rey.—El Rey lo sabe de sobra. Pero decirle a Arias «váyase usted» es cosa suya y no se le puedeacogotar con prisas.—Yo sólo te digo que Arias ha llegado a ser insufrible para todos los que le padecemos de cerca.—Y yo sólo te digo que aplazar no es abandonar.No le gustó a Torcuato la impaciencia de Adolfo. En sus prisas veía ansia.Por entonces, el Rey lanzaba sus globos sonda, diciendo sin decir: «Yo lo que oigo aquí es quetodos veis a Arias en su recta final», «Habrá que proveer la sucesión para cuando llegue elmomento», «Llevo tiempo pensando en varios de vosotros»... Esas frases dejadas caer habían abiertola feria de las conjeturas. Al terminar los Consejos de Ministros, el copetín era como un zoco debaratijas. Se juntaban tres o cuatro en corrillos prietos, casi tocándose entre sí con las puntas de loszapatos, y empezaba el cotilleo donde cada cual intentaba averiguar qué sabía el otro, quién teníanoticias recientes de La Zarzuela, cuántos días llevaba el presidente sin despachar con el Rey... Enuno de esos dimes y diretes alguien soltó:—Hace muy pocos días, en un cóctel en casa de Federico Silva se dijo que el próximo presidentedel Gobierno va a ser Adolfo Suárez.—¿Cómo lo sabes? ¿Lo oíste tú?—No, pero lo sé de buenísima fuente.Adolfo no estaba en ese corrillo, pero el chisme le llegó enseguida.A la semana siguiente, Pérez de Bricio le contó que Lozano Vicente y él habían ido a La Zarzuela elJueves Santo, citados por el Rey.—Nos preguntó por temas sectoriales de Industria y Vivienda; pero lo que realmente le interesabaera que le contásemos impresiones personales desde dentro del Gobierno. Nos dijo que viéramos aTorcuato. Y, bueno, lo que me resultó totalmente novedoso: qué tú podrías ser un buen candidato a lapresidencia, sustituyendo a Arias.—Pero ¿qué cosas dices? —Suárez saltó, decidido a negar la mayor—. ¿Eso lo dijo el Rey? ¡Puesos metió un camelo!—No, no. Estábamos hablando de que Arias está en la cuerda floja y...

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