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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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El Rey: «A Adolfo aún le veo verde»Llegó un momento en que la mala relación entre Arias y el monarca chirriaba de manera alarmante.Aun guardando las formas, se notaba hasta en los actos públicos. Y ad intra, los ministros, antedecisiones complejas de sus competencias, preferían puentear a Arias y subir a La Zarzuela.Torcuato le planteó al Rey que había que buscar ya un nuevo presidente. A partir de marzo, ése fue eltema de sus conversaciones.El perfil de la persona que se buscaba requería estos rasgos:– Lealtad manifiesta al proyecto de la Corona, que era alcanzar una democracia plena, desde elrespeto a la legalidad.– Carencia de un proyecto político propio.– Gran capacidad de diálogo. Mejor aún, de seducción. [80]La dificultad de fondo era la existencia real de dos Españas. Y el problema, su integración en unproyecto común, sin que los vencidos pasaran a ser vencedores y sin que los vencedores siguieranconservando los resortes del poder y el «derecho de admisión» sobre qué españoles sí y quéespañoles no podían participar en el nuevo juego político.Había que convencer a las clases medias y altas de la sociedad posfranquista de que la democraciano pondría en riesgo su estatus, ni sus propiedades, ni sus intereses. Y había que integrar a laizquierda, a toda la izquierda, incluidos los comunistas si asumían las reglas democráticas comoinstrumento para la conquista legítima del poder. Pero para ello, a la izquierda se le tenían que dargarantías de que el plan de reforma del régimen era sincero y era posible. Y, como certeramentepreveía Torcuato, esa persuasión ambidextra iba a requerir la habilidad casi mágica del encantadorde serpientes.Reformar las Leyes Fundamentales sería sólo un primer paso. Después habría que derogarlas yentregar al pueblo la soberanía para que él eligiese libremente a sus representantes en unas Cortes denueva planta, que serían constituyentes. Y para que la Constitución que ahí se fabricara fueseaceptada por todos, no podía ser una Constitución de derechas ni una Constitución de izquierdas,como no podía haber una Monarquía de derechas o una Monarquía de izquierdas. Ése era elproyecto. Faltaba fichar al gestor.Durante algún tiempo, el Rey y el presidente de las Cortes barajaron una colección de nombres,escrutando el historial y la capacidad humana y política de cada uno. Un día de abril, el Rey sacó untrocito de papel y le dijo a Torcuato:—Después de mucho expurgo, éstos son los siete posibles sustitutos que yo veo, y por este orden:Areilza, Fraga, López de Letona, Pérez de Bricio, Federico Silva, López Bravo y Adolfo Suárez. Heincluido a Adolfo por tu teoría de que un presidente abierto y disponible es mejor que un presidentecerrado en sus propias ideas; pero yo le encuentro todavía muy verde... ¡y sabes que le quieromucho! [81]¿Un pacto con el Rey?Hablando del nuevo presidente del Gobierno que respondiera a ese retrato robot de hombre«disponible» y «abierto a las ideas directivas», Torcuato le dijo al Rey:—Eso tendría que concretarse en un pacto.

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