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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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Constitución por la que hemos luchado durante muchos años». Hubo discursitos y hubo «Su Majestaddepartió luego informalmente...». Y tanto en lo uno como en lo otro, Felipe González dejó tres puntosclaros. Primero: «Los socialistas de hoy no queremos que ocurra lo que con vuestro antepasadoAlfonso XIII, que simplemente nos ignoró.» Segundo: «Esta Constitución ha de ser aceptada yrefrendada por todas las instituciones del Estado..., ¡por todas!» Don Juan Carlos entendióperfectamente que ahí se incluían las Fuerzas Armadas, los cuerpos y fuerzas de seguridad, el poderjudicial, la Hacienda pública... y la propia Corona. Y tercero: «La consolidación del procesodemocrático tiene que pasar por un calendario electoral que legitime a los que detentan el poder.»Pedía la disolución de las Cámaras y elecciones. Y ello como condición imperativa —«tiene que»—para que los gobernantes adquiriesen la legitimidad.Pisaban las alfombras de palacio por primera vez, pero las pisaban fuerte.Muy pocos días después, Fernando Abril Martorell llamó a Carrillo: «Santiago, ¿por qué no tevienes, por qué no os venís a cenar a Castellana 3, y hablamos largo y tendido, ahora que tenemosalgo más de calma?»Acudieron, por el PCE, Jordi Solé Tura, Eugenio Triana, Ramón Tamames y Carrillo. Por parte delGobierno los esperaban Fernando Abril, José Pedro Pérez-Llorca y Rafael Calvo Ortega. Elambiente era cordial, porque llevaban quince meses viéndose con frecuencia, discutiendo, haciendolas paces, gastando bromas... Había confianza, afecto y respeto por la ideología del otro. Durante lacena contaron mil anécdotas serias y jocosas, comentaron la situación incierta que se presentaba,tanto en el terreno político como en el económico. Y cuando ya estaban en el café y los licores, Abrilhizo un gesto muy suyo, que consistía en respingar la nariz, remontarse las gafas con la ayuda de unsolo dedo hasta colocárselas en su sitio, resoplar con un «humm» nasal y grave que anunciaba algo, ya continuación soltó esta pregunta:—¿Vosotros estaríais dispuestos a hacer un programa de gobierno con nosotros?Los comensales comunistas se quedaron unos instantes con la taza de café a mitad de camino delplato a la boca y mirándose entre sí con caras de sorpresa sin saber si sería una boutade de las deAbril. Pero los tres ministros estaban muy serios y como expectantes.—Fernando —dijo Santiago—, ¿estás hablando en serio?—Totalmente.—¿Estás queriendo decir un pacto de mayoría, un pacto de gobierno, sin elecciones, con lasconstituyentes constituidas?—Exacto.Desde su puesto en la mesa, Pérez-Llorca cabeceaba asintiendo.—¿Te das cuenta de lo que diría la extrema derecha? ¡Y los militares! ¿Tú crees que el Ejército,que está ya medio sublevado desde nuestra legalización, toleraría que hubiese ministros comunistas?No lo hará... ¿Y has pensado en la reacción internacional: el señor Carter, el señor Giscard, el señorSchmidt...?—Todo está pensado y calibrado... Y también están pensadas y calibradas las necesidades de estepaís en el orden laboral, sindical y empresarial; la masa dineraria circulante, el gasto público, eldéficit de nuestra balanza de pagos, la progresividad tributaria tal como ha de funcionar, la inversiónprivada... Fórmulas tenemos... y bemoles también. Pero aquí las decisiones se toman dándole a lallavecita que cada quisque tiene en el escaño, y sumando síes verdes en el tablero electrónico. De ahínuestra propuesta.

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