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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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hermano Tino, en 1967, cuando el golpe de los coroneles, fue definirse contra el golpe antes detiempo. Los coroneles griegos le cortaron las comunicaciones y le aislaron. Así que Mondéjar se lasingenió con un decir sin decir, para que Valencia Remón pensara que el mensaje del Rey podía ser enapoyo al levantamiento. De ese modo consiguió que viniera un equipo de Prado del Rey aZarzuela. [26]Yo pude apoyarme bastante en Manolo Prado. Pensaba con mente constitucional y democrática, sinfisuras, y era consciente de que los poderes del Rey eran muy limitados: muy inviolables, muyrespetables, muy cimeros, muy supremos... pero simbólicos. Y aquella noche todas las indecisiones ytodas las iniciativas pretendían apoyarse en el Rey, ampararse en el Rey. Pero el Rey no podía nidesatender todos aquellos reclamos, ni sobrepasar el símbolo que él era... Cada paso había queaquilatarlo bien.El mensaje del Rey por televisión lo redacté yo, pero lo revisamos juntos, y él quitó y añadió algocon mucho acierto. Era un texto breve, que requería precisión de relojero. El Rey no podía quedarsecorto, pero tampoco excederse. Éramos conscientes, y el Rey el primero, de que se movía en unequilibrio difícil, porque la situación militar en aquellos momentos era muy confusa, variascapitanías estaban indecisas y más bien con ganas de dar el paso al frente y adherirse a Milans. Esosí, convencidos de que detrás de Milans estaba el Rey, y que al lado de Armada estaba el Rey. Elpanorama militar podía cambiar en un instante y producirse un vuelco. Además, en aquella mismahora, Armada intentaba conseguir del Rey la «luz verde» para negociar con Tejero. Lo que el Reydijese a las doce y media de la noche podía quedar obsoleto en una hora. El clima era deincertidumbre total. Muchos interrogantes. Sin embargo, el Rey tenía que condenar los hechos delCongreso y decir a la ciudadanía civil y, sobre todo, a los militares sublevados o tentados a larebelión, que la Corona apostaba por la democracia; que él no toleraría atropellos a la Constitución,y que nada de «vacíos de poder»: había una autoridad militar, la JUJEM, sometida a las autoridadespolíticas, y ambas funcionando coordinadamente. ¡Es que era así!Sin fatuidad ni alardes de nada, en conciencia, creo que la batalla contra el golpe desde Zarzuela ladi yo, y que la situación la salvé yo. Sobre todo, porque en momentos decisivos blindé al Rey depresiones y de influencias nefastas. O tuve «la lucecita» para advertirle: que no recibiera a Armada;que no entregase el poder a la JUJEM, que estaba a punto de tomárselo; que las órdenes a lascapitanías se enviasen por télex y se les exigiera, también por télex, el recibido y la respuesta. Estofue especialmente importante con Milans, porque se hacía el sueco, daba la callada por respuesta, ole decía al Rey: «Sí, Majestad, ahora mismo retiro el bando y los tanques», pero luego hacía lo quele daba la gana.Mi papel durante el 23-F y el 24-F fue estar al lado del Rey. Lo tuve clarísimo. Pero a la vez debíacontrolar a personas de la Casa de quienes yo sabía cómo respiraban políticamente. Y una cosa esrespetar las opiniones de todo el mundo, y otra cosa es que esas opiniones pretendan dejar su huellaen telefonemas o télex o mensajes del Rey. Había que estar con mil ojos. El coronel Blanco y elcapitán Sintes Anglada eran responsables de comunicación y de transmisiones, dos campos clavesaquel día, por lo que recibíamos y por lo que emitíamos en Zarzuela. Pues bien, Sintes y MuñozGrandes habrían podido armar una tremenda haciendo salir los faxes que hubiesen querido. Guiadospor su entusiasmo patriótico, no lo dudo.Yo estuve controlándolos. Aun así, Muñoz Grandes logró meter dos pifias de gran compromisopara el Rey. Una, en el télex último a Milans. Era un texto inequívoco y terminante, en el que el Reyle decía: «Afirmo mi rotunda decisión de mantener el orden constitucional dentro de la legalidadvigente. Cualquier golpe de Estado no puede escudarse en el Rey, es contra el Rey. Hoy más que

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