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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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llamada de «toma de pulso» de Gabeiras, ya habían sido informados por Milans, tenían delante eltélex con su proclama y estaban convencidos de que el Rey lo conocía y lo aprobaba. «Pues llama túal Rey», les respondía Gabeiras. Queriéndolo o no, Milans iba sembrando desconcierto y provocabaindecisión entre los capitanes generales.Algunos deseaban «aprovechar la ocasión y hacer algo», sin embargo no estaban por adherirse a lasublevación de Milans; en cambio, sí veían oportuna y constitucional la fórmula de Armada. Eso eslo que le ocurría con el capitán general de Cataluña, Antonio Pascual Galmés. Leal en últimainstancia, pero mantuvo en suspense al Rey y a Quintana Lacaci, que en sus anotaciones a vuelapluma le estimaba «problemático». Pascual Galmés, sabiendo que Jordi Pujol y Roca habíanrechazado las propuestas de «un Gobierno de concentración presidido por el general Armada»hechas por Múgica al final del verano, sondeó en la tarde del 23-F al president de la Generalitatacerca de la solución Armada como «fórmula hábil de emergencia y dentro de la Constitución, parasalir de la atrocidad de Tejero y su gente». Debió de convencerle, porque cuando Armada salía haciael Congreso a parlamentar con Tejero, le estimuló con un expresivo «¡Alfonso, leña al mono!», y acontinuación llamó a Pujol: «Hay buenas noticias, Jordi. La cosa está en vías de solución. Armada hasalido hacia el Congreso para negociar con Tejero.»El Rey no consiguió hablar con el capitán general de Baleares, Manuel de la Torre Pascual, amigode Milans. Había preparado una proclama similar a la de Milans y estuvo a punto de leerla porradio. Echándole paciencia, Quintana Lacaci le disuadió.Más preocupante era la actitud de Ángel Campano López, capitán general de Valladolid. Noinspiraba confianza. Además, se había encerrado en su despacho y no se ponía al teléfono ni cuandole llamó el Rey. Hubo que recurrir a la mediación de terceras personas cercanas a él: su jefe deEstado Mayor, el coronel Rafael Gómez Rico, y los gobernadores militar y civil de Valladolid,Manuel María Mejía Lequerica y Román Ledesma. [25]Relato de Sabino, el gran testigoLos hechos del 23 y 24 de febrero reunieron en La Zarzuela a la familia del Rey casi al completo:los Reyes y sus hijos, el príncipe Felipe y las infantas Elena y Cristina, que habían pasado todo el día«de vacaciones» en palacio; la princesa Irene de Grecia y las hermanas del Rey, Pilar y Margarita,con sus esposos, Luis Gómez-Acebo y Carlos Zurita. Desde muy temprano, estaban allí el esquiadory hotelero Miguel Arias, y Nachi Caro Aznar, amigos del Rey que habían quedado para jugar unapartida de squash. Poco después de las siete llegó Manolo Prado y Colón de Carvajal, amigomultifuncional del Rey, embajador at large para asuntos exteriores especiales y administrador de lasfinanzas privadas de Juan Carlos de Borbón y Borbón, todo en una pieza. Fue bueno que en aquellashoras «sin manual de instrucciones» él estuviera allí.La Reina aportaba calma, ambiente grato y catering..., muy en su papel de anfitriona. El Rey siguióvestido con el chándal todo el tiempo, hasta que llegaron los de la televisión. En el cajón central desu mesa de despacho tenía una pistola. Y quiso que su hijo Felipe, de trece años, estuviese allí todoel tiempo para ir transmitiéndole sin palabras lo que significaba ser el príncipe heredero.El relato del ambiente en La Zarzuela, salpicado con mil detalles y exactitudes horarias, queSabino conservó indeleble, como troquelado en su memoria pese al transcurso del tiempo, es untestimonio único del 23-F vivido en palacio y al lado del Rey. Por su valor histórico y por lasinceridad sin peaje de su contenido, importa que quede reproducido negro sobre blanco:

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