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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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Empresa» se disolvieron en la marmita de un potaje de centro que se definía mejor diciendo lo queno era: «Ni somos la tierra de nadie, ni la derecha camuflada, ni la izquierda vergonzante», enpalabras de su líder Adolfo Suárez. Un magma sin ideología, sin historia, sin afecto, sin disciplina,cuyo único cemento de unión era el poder, y donde la tentación de transfuguismo planeaba entresocialdemócratas, reformistas, democristianos o liberales. «¡Estoy harto de tener que pactar con losmíos —se desahogaba a veces Suárez— y darles cargos para no perderlos de vista! ¡Estoy dedesleales hasta las narices, y los tengo bien cerca! ¡Habrá que coger una escoba y barrer pa fuera!¿Es normal que por varios conductos me llegue la información de que cinco o seis ministros estaríandispuestos a gobernar con los socialistas?» [49]Por entonces, Suárez ya iba calculando cuántos apoyos podría arañar entre los diputados catalanes,vascos, del grupo mixto, o del PCE para sacar adelante la investidura, si no en primera vuelta, en lasegunda: tenía 166 escaños, le faltaban diez para la mayoría simple. Ofertas no le faltaban, perosiempre pidiendo «algo serio a cambio, y no una bagatela». Un escaño aragonés, dos del grupomixto, unos pocos catalanes... No quería arrancar con los dedos pillados por tantos compromisos. Enla hipótesis «pájaro en mano» de continuar la legislatura, sólo lo haría si dispusiera de una mayoríaholgada para gobernar. Y a priori descartaba asociarse al grupo parlamentario de Fraga. Su pizarraideal, de cara al desarrollo de la Constitución, la reforma fiscal y la puesta en práctica de los Pactosde La Moncloa, era empastar un gran acuerdo de Gobierno con el PSOE y el PCE. Lo intentó. PeroFelipe González estaba más que reticente, juvenilmente convencido de su sex appeal político yhumano, del tirón proleta dandy de su pana, su cuero, su camisa de franela y su melena brillante. Yno se equivocaba: el socialismo como moda progre tenía pegada entre los nuevos votantes dedieciocho años. Conferenciando entre el público burgués del Club Siglo XXI, con los folios sobre elatril, pero sin mirarlos, para mejor hipnotizar al auditorio, aseguraba que, si había eleccionesgenerales en marzo, tal vez fuese él quien se aposentara en La Moncloa, «aunque antes le daría unascuantas manos de cal para quitarle ese aire desvaído y rancio que tiene».En todo caso, ya habían decidido retrasar el XXVIII Congreso del PSOE hasta mayo de 1979.Necesitaban el éxito de «las municipales» para quitarse el maquillaje marxista. Y Felipe loexplicaba sin pelos en la lengua: «Nuestras bases ni han leído a Marx, ni falta que les hace.» Unnuevo rostro socialdemócrata y unos poderes municipales eran los aperos con que el socialismojúnior pensaba labrar esa tierra de nadie —el 40 por ciento del «no sabe, no contesta» en la campañade las elecciones legislativas—. Sólo que, si Adolfo Suárez decidía disolver Cámaras y convocarelecciones, también pensaba arar en esos acres de la indecisión.En sus tanteos y dudas hamletianas, Suárez consultaba con algunos ministros, Abril, Lavilla,Garrigues Walker, Martín Villa; les pedía opinión, pros y contras... Y todos se sentían inteligenciasescuchadas. Pero en septiembre llamó a Rafael Arias-Salgado y le dijo:—Rafa, en absoluto secreto, desengánchate de la Constitución, de los trabajos del Congreso de laUCD y de todo: vuélcate en poner en marcha la maquinaria electoral del partido, candidaturas, haztambién las listas municipales, eslóganes, propagandas, cuantificación y gestión del gasto, equipos decampaña... Voy a disolver y nos metemos en elecciones legislativas... ¡De hoz y coz! Encargaencuestas. No lo tenemos fácil. Me verás disimular y dar largas cambiadas, pero estoy decidido; asíque... tú a lo tuyo. Si acaso, puedes hablarlo con Joaquín Abril, porque quizá le encargue quecoordine la campaña. [50]Arias-Salgado se aplicó a elaborar 6.300 candidaturas para las generales y las municipales queserían en marzo y abril de 1979. A concretar los mensajes. A buscar los dineros. Y ahí sí que eramás difícil mantener el secreto:

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