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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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El Rey, con los peces gordos de la CityEl 4 de junio, comenzó el Rey su jornada en Nueva York con una rueda de prensa abierta a uncentenar de periodistas, muchos de ellos españoles. Era la primera en su reinado. Después, KurtWaldheim le ofreció un almuerzo en la sede de Naciones Unidas con ochenta comensales. Recibió enaudiencias privadas a varios banqueros, entre otros al presidente del Chase Manhattan Bank, DavidRockefeller; a la plana mayor del Council on Foreign Relations (CFR), George Ball, Cyrus Vance yZbigniew Brzezinski, los estrategas de la política —sería más exacto decir de la Realpolitik—exterior de Estados Unidos. El CFR, junto con The Trilateral y el Club Bilderberg, formaban el tripletanque de ideas del «gobierno mundial en la sombra». El Rey era consciente de que en todos esoscontactos estaba siendo examinado en sus palabras y escrutado en sus silencios. El plato fuerte deldía sería la reunión en las torres del Waldorf con el Consejo de Empresarios estadounidenses, laCámara de Comercio Hispano-Norteamericana y el Instituto Español. «Allí estaban en carne y huesotodos los peces gordos de la City —escribiría luego Areilza en su diario de cabecera—. Largo,animado y picante coloquio sobre la situación económica española. El Rey se despacha muybien.» [136]Por la noche, a la cena de gala en los salones del Waldorf Astoria se apuntaron hasta 2.300comensales, enorme parterre de fracs con su camelia en el ojal: hombres de negocios, financieros,empresarios y lobbistas, que no podían faltar. Era la gran cita en la capital del dólar.Pero cuando los Reyes estaban en sus habitaciones arreglándose para bajar a la cena, Areilzarecibió una llamada urgente de Madrid con dos malas noticias a la vez. Una: por orden de Fraga,habían detenido a Rafael Calvo Serer, que acababa de regresar de París a Madrid. Leyó el discursodel Rey en el Capitolio y «creyó» que en España se habían abierto las puertas a la libertad depensamiento. Lo creyó tan de veras que tomó el primer vuelo donde encontró plaza. Su ilusión fueguillotinada en la aduana de Barajas. De ahí, a la cárcel de Carabanchel.La otra noticia era del mismo jaez, pero a iniciativa del presidente Arias: en el Consejo deMinistros de ese mismo viernes, había anunciado el secuestro del último número de Cambio 16 y elcierre de la revista por cuatro meses. Y Martín-Gamero había recibido orden de tramitar lasuspensión. ¿Motivo? La portada, en clave de humor, reproducía un dibujo del monarcacaracterizado como Fred Astaire bailando sobre el skyline de Manhattan, y el titular «Un rey enNueva York». [137]Areilza pasó una nota al Rey: «Un contratiempo de Madrid que urge neutralizar.» Hablaron. Lepuso al tanto de lo que estaba ocurriendo. En un primer momento, al Rey le entró la risa. Después vioel alcance que podía tener el asunto.—Majestad, hay que detener esa decisión, aquí caería como un chaparrón aguafiestas, y nosinvalidaría todo lo conseguido en esta visita.A golpe de teléfono y jugando contrarreloj, porque en Madrid eran casi las dos de la tarde, y lossemanarios se distribuían a los quioscos en las primeras horas de la tarde del viernes, se avisó aJuan Tomás de Salas, editor de Cambio16, para que se pusiera en contacto con Katharine Graham, ladueña de The Washington Post. Se conocían. Graham habló con su amigo Kissinger, y Kissinger hizollegar una protesta al Gobierno español. [138]Solucionado el asunto, el Rey le dijo a Mondéjar:—El lunes 7 tengo en agenda a Torcuato y a Arias, ¿no? Pues que citen a Martín-Gamero en algúnmomento de ese mismo día.

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