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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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«Lo del programa común con el PCE sólo fue un flirteo ocasional, con más riesgos que utilidad —reconocería Rafael Arias-Salgado—. Una estrategia de Adolfo Suárez, por si lograba integrar alPSOE en una prolongación del consenso mientras durase la legislatura. Jugaba con los dosescenarios posibles. Y lo sé porque era yo quien preparaba las elecciones. Pero intentó esa vía delpacto con la izquierda. Es más que probable que el Rey, cuando supo que había negociación eintercambio de papeles con el PCE, le hiciera una seña: “Eh, ¿adónde vas, Adolfo? ¡No me irrites alpersonal militar, que no están las cosas para provocaciones!”» [54]El discurso del miedoEl 29 de diciembre, Suárez reúne al Consejo de Ministros y luego a la ejecutiva de la UCD y losinforma —lo hace con tal cortesía que parece una consulta— de la decisión de disolver las dosCámaras y convocar las elecciones legislativas y municipales.«Las elecciones del 15-J de 1977 quedan ya muy lejos para la gente. Incluso se ha dejado de hablardel “consenso” y se empieza a hablar del “desencanto” —dijo Suárez a los mandarines de su partido—. Parece políticamente lógico que, una vez elaborada y refrendada la Constitución, las Cortesconstituyentes se disuelvan. Que el nuevo Gobierno salga de las urnas con la legitimacióndemocrática que da una mayoría de votos. Que el pueblo se exprese y diga quién quiere que lerepresente en el Parlamento y quién quiere que le gobierne.»Desde las tres hasta las cinco de la tarde, estuvo con el Rey para que firmase el decreto dedisolución de las Cortes generales.Sonó el pistoletazo de salida, y empezó en toda España el fragor de la campaña electoral. Cuarentay tres partidos, con megafonía de jingles a todo decibelio y cartelería a todo color. Y gargantas rotasen la jornada de reflexión. El PSOE jugó con dos pósteres: en uno, gran primer plano de FelipeGonzález, blanco y negro, ojos soñadores y labios sensuales, contrastando con un lema autoritario:«Un Gobierno firme por una sociedad justa.» El otro, compartido con Pablo Iglesias, también enblanco y negro, y eslogan del pedigrí de partido: «Cien años de honradez y firmeza.» La UCD secentró en la figura de Adolfo Suárez, de perfil y hablando en las Cortes. Un lema escueto como unbalance de resultados: «Dicho y hecho.» Y un refuerzo reiterativo, mate, sin oferta de futuro: «UCDcumple.»Campaña de invierno. Locales cerrados. Las encuestas vaticinaban un 40 por ciento de abstención.Los candidatos buscaron la televisión y la radio. Felipe González retó a Adolfo Suárez a un debate ados, abierto y en directo por TVE, «para discutir los programas e ideologías de ambos partidos conel fin de alcanzar una mayor clarificación electoral». Suárez respondió que «si el líder del PSOEquiere un debate conmigo, tendrá que ganárselo, porque lo que busca es un plus de publicidad yprobar que en España hay un régimen bipartidista, cosa que está por ver». No hubo duelo al sol.A Suárez le prepararon tres maquetas de discurso para el spot televisivo final. Uno casi oficial másen rol de presidente del Gobierno que de candidato. Otro sin punching. Y un tercero más combativo,que la prensa llamaría «el discurso del miedo», «el vapuleo a la ciudadanía indecisa»... Unzurriagazo a los que se habían embelesado con los carteles de José Ramón: colores suaves, paisajesagradables, escenas bucólicas de palomas y paraísos felices.Los expertos de la campaña, a tenor de las encuestas, vieron que en la última oleada el PSOE habíasubido y la intención de voto permitía suponer un empate técnico. No se veía una diferencia clara. Elresultado final era una incógnita. Los spots de cierre antes de la jornada de reflexión tendrían una

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