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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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Ahí ya Sabino se desmarcó. Y el Rey también.El Rey, en las consultas regias con los líderes de los partidos, intentó designar a Armada en lugarde Leopoldo; lo habría hecho abiertamente si hubiera habido más oferta de votos respaldando algeneral que al candidato de la UCD. Pero el instinto le advirtió. No lo vio claro.Con todo, hubo otra tentativa: la de pedir a Leopoldo que incluyera a Armada en su próximoGobierno como ministro de la Defensa con la distinción de vicepresidente. Lo sorprendente es que,al parecer, Leopoldo aceptó el deseo del Rey. Tras la primera votación, la del día 20 de febrero,Alfonso Osorio, que había dado su voto a Calvo-Sotelo y algo habría charlado con él, le dijo a undirigente socialista «lo único seguro es que en Defensa estará Armada». [33]Pero Armada pujaba con más ambición.Yo, el 23-F, más que una mosca detrás de la oreja, tenía ¡una legión de moscas! —decía Sabino—.Y monté guardia permanente para que Alfonso Armada no subiera a Zarzuela. No eran celosprofesionales o personales. Era ¡desconfianza en estado puro! [34]Gabeiras al Rey: «Dice Armada que a usted no le obedece nadie»Sobre las 21.30, cuando Gabeiras regresa de la JUJEM al palacio de Buenavista, uno de losgenerales, Mendívil, le cuenta que en su ausencia Armada ha hablado con Milans dos o tres veces, yle ha dicho que hay una serie de regiones sublevadas, de espaldas al Rey; por tanto, eso ya supone defacto la división del Ejército. También le advierte que desde el Palace, el general Aramburu le hapedido que vaya y hable con Tejero, porque si Laína ordena la entrada de los geos, aquello puede seruna masacre.Años después, Gabeiras recordaba bien aquella escena:Llamé a Armada a mi despacho y le pregunté: «Alfonso, ¿es cierto esto que me dicen?» Volvió arepetirme lo de las capitanías sublevadas, y me dio su teoría de apaciguamiento, nombrándose él jefedel Gobierno de concentración. No quise indagar de dónde le vino la idea, cómo la coció y cómo larumió, allá él. Cogí el teléfono y llamé al Rey, porque yo estaba a punto de explotar.—Señor, aquí tenemos esta situación: dice Armada que a usted no le obedece nadie.—¡¿Cómo?! —dijo el Rey.—Pues eso es lo que está diciendo Armada a todos los generales que tengo aquí en Buenavista: quecasi todas las capitanías y casi todo el Ejército están del lado de Milans. ¡Y después de habermevisto hablar por teléfono y de que usted le contara a él que estaba también en contacto con loscapitanes generales!—Que se ponga —me dijo el Rey.Armada se puso. Lo que hablaron no lo oí, pero me imagino que el Rey se despachó lo suyo.Cuando colgó, dijo: «El Rey no está de acuerdo.» «¡Eso ya te lo hemos dicho antes!» Pero él insistíaen que tenía que ir.Durante un rato nos argumentó que su propuesta como presidente sería constitucional porque, segúnel artículo 1 de la Constitución, «la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emananlos poderes del Estado»; y que, habiendo en esos momentos un vacío de poder, si él se proponía alos diputados, como legítimos representantes del pueblo, y si le aceptaban, esa solución sería legal.Antes, él pediría a Tejero la retirada de los guardias, para que el Congreso deliberase y llegara a unafórmula de formación de Gobierno. «Porque lo que urge —decía— es solucionar la situación creaday volver a la normalidad. No hay situación más anticonstitucional que la que existe en este momento.

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