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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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explicara y le ayudara democráticamente... Al paso que vamos, esto va a ser «la ruptura de loscavernícolas». Miedo a Marx. Miedo al Ejército. Miedo al búnker. Miedo al PCE. Miedo a laruptura. Miedo a Arias... Tengo que seguir machacando. [160]Algo estaba sucediendo o a punto de suceder. Con otra sensibilidad, pero no con menosperspicacia, Areilza había detectado un extraño parón en la atmósfera política. El 23 de junio loplasmó en su cuaderno:Arias sombrío, hundido, con talante cerrado y malhumorado [...]. Lo sorprendente es que tambiénTorcuato parece flaquear y habla de aplazar la reforma a la vuelta del verano. A estas alturas, ladecisión en el binomio de las alturas —Rey & Torcuato— es que no sea este Gobierno el que tripulela reforma. [161]No iban desencaminados los rumores de que Arias se sentía en una posición de perdedor, alejadodel monarca y detectando que se tramaba su salida del Gobierno.Aunque Don Juan Carlos ya había madurado la idea de sustituir a Arias —incluso se la avanzó aKissinger, y el éxito americano le reafirmó en la necesidad de dar ese paso—, seguía rezagado,avizoraba el momento oportuno observando la pieza como el cazador que, ante un animal peligroso,no puede marrar el tiro porque se la juega.Una circunstancia inesperada le forzó a decidirse.A finales de junio, cuando ya se había dictaminado la reforma del Código Penal por trámite deurgencia y se iba a debatir en el pleno de las Cortes, le llegó al monarca una noticia confidencial defuente A1, «bien informada y fidedigna»: el vicepresidente para Asuntos de la Defensa, tenientegeneral De Santiago, tenía redactada una carta al Rey en la que le «exigía» la destitución delpresidente Arias «por su debilidad ante la oposición» y «por su actitud acomodaticia en cuestionescomo la legalización de los partidos, sin una explícita exclusión del Partido Comunista». [162]¿Qué fue lo que soliviantó al general De Santiago? Se sumaron tres elementos en unos mismos días.El primero, la reforma del Código Penal, en la que veía no sólo la venia a los partidos políticos,sino la legalización más o menos próxima del PCE, dado que el Gobierno deliberadamente no lohabía querido prohibir, «y lo que no está prohibido está permitido».Segundo, una conferencia de Salvador de Madariaga, en Barcelona, el 15 de junio, en la que trasdeclinar pronunciarse sobre quién llevaba razón en el alzamiento militar del 18 de julio de 1936,dijo que «un Ejército que no corresponde a la confianza que en él ha depositado la nación, y que nosomete su fuerza al orden moral, deja de ser un Ejército digno de ese nombre», en clara referencia alEjército sublevado que utilizó «las armas de la nación» para actuar contra «el Estado legal de esanación». Y que, en todo caso, «una vez ganada la guerra, ya en 1940, al no devolver el Ejércitoespañol la soberanía al pueblo, dejaba de quedar legitimado y pasaba a ser un bando armado más».Como ese resumen textual fue publicado en diversos periódicos nacionales, el ABC entre otros, sinque desde el Gobierno se hubiese dado réplica a Madariaga, el alto mando militar se considerabagravemente ultrajado. [163]Un último elemento que desbordó la paciencia del teniente general fue la información, acreditadapor la firma de Marcel Niedergang, que lanzó Le Monde el 23 de junio y la prensa españolareprodujo, dando noticia detallada de «contactos entre ministros del Gobierno español y dirigentesdel Partido Comunista, al más alto nivel». Información que el general De Santiago estimó cierta, alno ser desmentida por el Gobierno. [164]El Rey se encontró en la tenaza de una elección forzosa. Si esa carta llegaba a sus manos, tenía quecesar en el acto al teniente general, exponiéndose a una reacción de «compañerismo indignado» en

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