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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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Para el Rey, la gran sorpresa fue el «tejerazo». No sólo conocía la conexión Milans-Armada, sinoque desde hacía meses había encomendado a Armada que templara los ímpetus golpistas del «virreyde Valencia». Armada iba poniéndole al día de sus conversaciones con Milans, y de las de éste conlos coroneles del «golpe de mayo». De eso se trataba: neutralizar un golpe duro y cruento.Pero el 23-F el Rey tuvo la evidencia del triángulo Milans-Armada-Tejero en acción conjunta. Elgeneral Juste fue uno de los primeros en dibujarle el cuadro, tal como Pardo Zancada lo expuso en laDAC Brunete: Tejero es el detonante; Armada, el director técnico de la operación; Milans, el jefemilitar... y, como aval y talismán, el uso del nombre del Rey.Aquella larga noche, los capitanes generales de las once regiones militares estuvieron en contactocon Quintana Lacaci, con Gabeiras y con el Rey; pero también, como en estéreo, recibían lasincitaciones de Milans y de Armada en sentido contrario. De ahí que hubiese vacilaciones,respuestas ambiguas y titubeos, porque no pocos esperaban para definirse a que lo hiciera tal o cualcapitanía. El temor en La Zarzuela era que Milans se hubiera adelantado convenciendo a suscompañeros de que su asonada y la solución Armada eran bien vistas por el Rey. En cierto modo, losteléfonos de una y otra banda funcionaban compitiendo en velocidad. Y se ha de tener en cuenta queen aquellas fechas no existían teléfonos rojos con línea directa de red oficial entre La Zarzuela y lascapitanías. Se instalaron después. Todo hubo que hablarlo por las líneas estándares de Telefónica.«¡Ojo!, que son armas de doble filo —advertía Sabino durante aquella noche—, por lo que hablemosen uno y otro extremo, y por lo que nos quieran grabar.»Si el Rey se hubiese inclinado por cualquier tipo de intervención militar, vulnerando el alma de laCarta Magna, los mandos del Ejército le habrían secundado en bloque, sin fisuras: «A sus órdenes,Majestad, y en primer paso de saludo», como le dijo el propio Quintana Lacaci, considerado en eldespués de la historia «arquetipo de militar demócrata». Para los militares, de comandantes haciaarriba, la Constitución no era un texto precisamente «venerable», ni la norma de las normas; antesbien, la veían como «un invento de inspiración izquierdista y liberaloide, que está vaciando Españade sus valores y despedazando su unidad». El Rey, y sólo él, fue aquella noche el punto de mira y elárbitro entre quienes querían salvar la democracia española y quienes querían darle la puntilla.Una noticia importante fue que la I Región, Madrid, mandada por Quintana Lacaci, se declaraseleal al Rey. A partir de ahí, y pulsada la disposición de la JUJEM, cumbre de los estados mayores deTierra, Mar y Aire, empiezan a repartirse la faena de tomar el pulso a las once capitanías generales,una por una.El capitán general de Burgos, Luis Polanco, llamó enseguida al Rey, como su jefe supremo, y leexpresó su obediencia. Antonio Delgado, desde Granada, habló con Quintana y luego con LaZarzuela: se mantuvo leal todo el tiempo.El Rey, bloc y boli, anotando lo que tenía que decir, lo que el del otro lado le contestaba, la hora,y... cruz o raya o interrogación, había iniciado muy pronto su ronda con los capitanes generales.Sabino, a su lado, le facilitaba líneas o retenía llamadas.Poco antes de las siete de la tarde sonó el teléfono de Pedro Merry Gordon, en la Capitanía deSevilla:—Perico, buenas tardes. Soy el Rey.—Buenas tardes, señor, a sus órdenes.—¿Cómo está la cosa por ahí?—Aquí no hay novedad... ni la habrá.

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