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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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tendencias que haya dentro.—Bien. Si hay un partido de síntesis, de unión, yo os haré una propuesta de corresponsabilidad, dereparto de poder. Pero a partir de ese dato previo. Y ahora me voy un rato ahí fuera y os dejo paraque discutáis la cuestión de mi liderazgo, que ha quedado pendiente. Estoy dispuesto a dimitir.Creedme: no tengo apego al poder. Y, si yo soy el estorbo, me quito de en medio inmediatamente. —Levantándose de la mesa, añadió—: Dejo mi futuro en vuestras manos y haré lo que decidáis.¡Decidid con libertad!Eran las seis de la tarde. Salió de la reunión y se fue a pasear por la pradera durante una hora consu cuñado Aurelio Delgado y la secretaria Ana Leyva. Les comentó: «Han sido francos y duros. Peroyo estoy acostumbrado a que me duelan diez muelas a la vez, y de estos diez sólo cuatro venían enplan de guerra.» También les dijo que había presentado la dimisión. «Lo he hecho sinceramente;aunque me parece que se lo han tomado como un toque de atención, una advertencia... Ellos mereclaman poder, y voy yo y les contesto “ahí lo tenéis, lleváoslo todo”. Ahora están deliberando sime echan o si me retienen y bajo qué condiciones.» Y así era.—Lo que Adolfo nos plantea al dejarnos solos —Garrigues había vuelto a tomar la palabra— es sicreemos en su capacidad y si estamos dispuestos a respaldarle. Es decir, nos deja en el mismo puntoen que estábamos: lealtad al jefe y que haga y deshaga en solitario. Bueno, pues yo no acepto elliderazgo de Suárez, si sigue gobernando como hasta ahora. Si asumiera compartir las decisiones y,por tanto, la responsabilidad en esas decisiones, yo estaría con él.—¿Suárez será capaz de cambiar realmente? —se preguntó en voz alta Paco Ordóñez—.¿Entenderá el cambio de un partido radical, presidencialista y de adhesión inquebrantable al líder, aun partido democrático, abierto al debate, colegiado, participativo? Ahora bien, si como ha dichonos da entrada en el juego, nosotros tenemos que darle también un margen de tiempo.—Me incomoda la ausencia del presidente —dijo Lavilla, pensando quizá en que aquello parecíaun juicio con el reo ausente.—A mí, que haya tenido que irse me deprime no puedo deciros cuánto. —Martín Villa dijo esto yluego se echó hacia atrás en su silla dando a entender que no iba a hablar más.—Veo el futuro muy negro —siguió Lavilla—. En teoría, me sale que la situación estaría másdesahogada en otoño para UCD, cambiando ahora al presidente. Pero ¿y si él acepta lo que se le hapropuesto y cambian los datos de partida? Entonces, no sé, la teoría podría ser otra.En ese punto, y antes de que Landelino siguiera elaborando gaseosas teorías futuribles,intervinieron tres barones que habían permanecido en silencio casi todo el tiempo: Abril Martorell,Arias-Salgado y Calvo Ortega. Con el apoyo de Pérez-Llorca, consiguieron que se reconociera queno sólo el PSOE identificaba UCD con Suárez sino, sobre todo, los electores: «La marca no es UCD,la marca es Suárez.» Y «si queremos ganar en el 83, el liderazgo de Suárez es incuestionable». Almenos en aquellos momentos.Como hizo antes, Pío Cabanillas planteó «las cosas claras y como son, aunque no nos hagan muyfelices a todos»:—Si partimos de que lo fundamental es que UCD subsista, sustituir a Suárez plantea grandesriesgos. Desde esa perspectiva, yo estoy dispuesto a arroparle, pero conjuntamente con vosotros.Con todos. Si hoy aquí acordamos mantener la figura de Adolfo Suárez, hay que potenciarle almáximo y ponernos bajo su paraguas. Hemos de reconocer que hasta ahora no lo hemos hecho. Y,ojo, si siguiéramos sin hacerlo, nos equivocaríamos gravemente. [132]En la segunda reunión, el 9 de julio, los barones aceptaron el liderazgo de Suárez y acabar con lasmarcas de origen para ir a un partido de unidad. Por su parte, Suárez se comprometió a colegiar el

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