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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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contactos con diputados socialistas, comunistas y centristas, preparando el golpe de timónrecomendado por Tarradellas. Algo que todavía no tenía forma ni nombre, pero que Osorio y nopocos de sus interlocutores columbraban como una reacción política que requeriría «sumar yconcentrar votos parlamentarios»; y cuyo punto de partida ineludible era expulsar a Suárez de lapresidencia y arrebatar a la UCD su legítimo turno en el poder. Pretendían ser exquisitamenterespetuosos con la Constitución, pero cualquiera de las fórmulas que barajaban hubiese sido unengendro no nacido de las urnas que constituía en sí mismo un estado de excepción. El nombre deOsorio aparecía día sí, día no, en los periódicos como «presidenciable». En su visita del 29 de juniodebió de hablarlo con el Rey. Le aclararía, como hacía con políticos y periodistas: «Yo no he tenidoarte ni parte, ni me he inventado lo del Gobierno de gestión, ni he movido un dedo postulándome paraencabezar nada, ni he recibido llamada de nadie..., hasta el momento.» [8] Pero lo cierto es que,después de esa audiencia regia, cuando Osorio trataba del artificio de gestión o de concentración,incluía un nuevo elemento: «Además de implicar a todos los partidos políticos con representaciónparlamentaria, una vez conseguido el consenso se le debe exponer al Rey, que sabemos que lo va aaceptar.» [9]Con ese «sabemos que lo va a aceptar», o bien Osorio usaba el nombre del Rey en vano, o suponíay hacía suponer que el Rey estaba de acuerdo con tales maquinaciones, involucrándole en un juegopeligroso que bordeaba la norma constitucional, donde las iniciativas para remover y para sustituir aun presidente del Gobierno tienen su protocolo bien acuñado y no se dilucidan en los restaurantes, niyendo con «escuchitas» al Rey.Meses después, el 22 de noviembre, era Fraga quien subía a La Zarzuela y en un «descargo deconciencia», que incluso llevó escrito para que constase ante la historia, le expuso al Rey unpanorama catastrófico de España, un aguafuerte con negros nubarrones en todas sus esquinas:nacionalismos, empresas en ruina, terrorismo, paro, inmoralidad pública, disolución familiar... DeSuárez, le dijo: «No tiene más política que la de ir tirando, y no puede afrontar los problemas gravesnacionales desde la posición minoritaria en que está; por lo cual, señor, se hace necesario buscarcuanto antes soluciones de recambio.» Le recordó que «sigue al frente del Gobierno el mismohombre que Vuestra Majestad designó al comienzo de la Transición, a quien en todos los lugares seidentifica como “el hombre del Rey”». Esta última frase martilleó sobre lo que ya era unapreocupación obsesiva del monarca: que los yerros de Suárez no se volvieran contra él y contra laCorona.Fraga informó también al Rey sobre lo que más resonaba por Madrid en aquellos momentos: «Ungolpe que todo lo echaría a rodar»; una «apertura a sinistra»; «una coalición de UCD con PSOE ocon PCE, que nada tiene que ver con los últimos resultados electorales»; «una disoluciónparlamentaria para aclarar las cosas»; y «la solución más lógica, que sería sumar los votos del centroy la derecha, la fórmula de la mayoría natural, que se hace en toda Europa, da plenas garantíascontra un bandazo violento y podría relanzar la confianza en una nueva mayoría». Se ofreció «ennombre de CD y AP a cualquier sacrificio y colaboración que abra un nuevo período de actuaciónseria». [10]Al terminar esa visita, el Rey llamó a Suárez y le dijo: «Fraga y Osorio están dispuestos a pactarcontigo una mayoría natural.»Entre tanto, el 3 de diciembre Don Juan Carlos recibía en larga audiencia a Felipe González. En sufacultad de arbitrio y moderación, desde hacía meses el Rey hablaba con unos y otros, escuchaba

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