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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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tenemos desde tiempo inmemorial, en todo caso, preconstitucional.» Rechazaban cualquier coletillaque dijese «en el marco de la Constitución». Y, a medida que obtenían, oponían reparos, pedían más:los fueros, los conciertos, la enseñanza, la Policía autónoma... Si duda, se habían percatado de quetodo el mundo andaba de coronilla para conseguir que los vascos entraran en el gran consensoconstituyente. Fueron días y días de propuestas aceptadas, rechazadas, vueltas a aceptar, vueltas arechazar. Con tanto trasiego negociador, lograron que los socialistas Guerra, Benegas y Múgica sehicieran íntimos amigos de los ucedistas Abril Martorell, Herrero de Miñón y Pérez-Llorca. Losvascos habían logado convertir su problema en «el problema».Para empezar, después de retirarse cuatro días a estudiar el proyecto en Amorebieta, Gipuzkoa, enenero de 1978, se presentaron en el Congreso con un paquete de ciento una enmiendas, al quellamaron solemnemente Pacto Foral con la Corona. [21]«Es una fórmula multisecular. Los vascos hemos vivido durante siglos en régimen de pacto con laCorona. Nunca atentamos ni atentaremos contra ese pacto: mi partido propone la renovación delPacto Foral con la Corona y lo cumplirá cabalmente si llega a plasmarse», declaró Arzalluz en elpleno del Congreso de los Diputados el 5 abril de 1978, anunciando el paquete de sus ciento unaenmiendas.Suárez entendió que querían «rancho aparte» y «pacto en las alturas»; pero que venían a decirlo aMadrid y en el Congreso. Le interesó lograr un entendimiento sensato y realista. Al final del debate,se acercó a Arzalluz:—Xabier, tenemos que hablar, sentarnos a estudiar ese texto, negociarlo y llegar a un acuerdo. Loquiero seriamente.—Me alegra oírte. Porque yo he venido aquí en busca de una Constitución donde quepamos todos,pero donde quepan también mi historia, mis derechos y mis fueros. A mi gente y a mí nos gustaríaexplicárselo al Rey. ¡Se trata de pactar con el Rey!Sonaba a medieval y sonaba a absolutismo regio, pero...Pocos días después, el 16 de ese mismo mes, la élite política vasca se encontraba con el Rey enCandanchú, en el Pirineo de Huesca. Carlos Garaikoetxea, Eli Galdós, Xabier Arzalluz y MikelUnzueta hablaron con Don Juan Carlos de modo informal, en el despacho del jefe de monitores deCandanchú, la estación de esquí. Los burukides del PNV tenían allí una casa refugio de montaña consu cocina tradicional, el txoko. Don Juan Carlos ya había ido por allí algunas veces. Le expusieronpausadamente su punto de vista para integrar lo vasco en lo español: «No es el Estado el que sevacía, cediendo y transfiriendo competencias a las autonomías; son los pueblos, soberanos desde suorigen, los que ceden parte de su soberanía para configurar y articular entre todos un Estado, cuyaforma política ha de ser la Monarquía, la Corona.» Charlaron un par de horas. El Rey los escuchabade buen grado. «Y entendiéndonos, eh, poniéndose en nuestro pellejo», comentaron ellos después.Tanto que les dijo: «Id dos de vosotros y explicadle todo esto a Don Juan como lo habéis hecho hoyconmigo. Y tú, Xabier, sigue hablando con Adolfo Suárez. ¡A ver si entre todos...!»Mikel Unzueta y Federico Zabala viajaron a Estoril. Y se llevaron una impresión positiva de suconversación con el padre del Rey. [22]Ése era el clima. Y el deseo. Pero a la hora de escribirlo negro sobre blanco se fueroncomplicando las cosas.Jornadas trepidantes las del 19 y 20 de julio. Recta final. Y todavía sin acuerdo con los vascos.Dos días antes, el Rey recibió al presidente del Congreso, Álvarez de Miranda: «Fernando, ¿qué ospasa?, ¿qué arreglo le ves a lo de los vascos?, ¿y qué registro tienes de abstenciones finales?... Seapela demasiado a la Corona, ¿es que no saben que yo ahí no puedo meter baza?» Estaba

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