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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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Calderón y Cortina se enfrascaron en la lectura de la carpetilla «Estudio teórico sobre la posibleaplicación en España de la Operación De Gaulle, como corrector del sistema desde el propiosistema».Era una previsión «teórica» por si hubiese que remover de su puesto al presidente del Gobierno,por medio de una intervención militar correctora, sin violencia ni derramamiento de sangre, ysustituirle en el cargo por otro presidente no salido de las urnas. Para ello, era necesario generar unpretexto grave, simular una situación nacional de emergencia, una amenaza ficticia, que justificase«lícitamente» tal acción manu militari. Habría que provocar un estado de alarma, inventar unaviolación de la Carta Magna o un atentado contra alguna institución del Estado: un «supuestoanticonstitucional máximo» (en el argot, un SAM), que demandase un recurso a las Fuerzas Armadasa fin de forzar la renuncia o el cese del presidente Suárez, y conseguir la designación de un nuevojefe de Gobierno. Todo en un mismo acto ensamblado y conjunto.El estudio proponía, pues, un objetivo real: destituir a Suárez; pero utilizando engañosamente lacoacción del Ejército al fingir una situación de peligro inexistente.«Así fue la Operación De Gaulle...», seguía el texto del CESID.No. Así no fue la Operación De Gaulle en la que éste se inspiraba.No cabía comparación entre la España de 1980 y la Francia de 1958. El país vecino vivía enaquellos momentos en una depresión moral, económica y nacional tras la derrota francesa de DienBien Phu, la pérdida de Indochina, y la independencia de Marruecos y de Túnez; libraba la guerra dela independencia de Argelia y el Ejército se hallaba dividido por esa cuestión; y una tremendapolarización política enfrentaba entre sí a los ciudadanos. Además, la inestabilidad de la CuartaRepública hizo que el presidente René Coty tuviera que cambiar de jefe del Gobierno tres veces enel último año...En la Operación De Gaulle, cuyo código secreto era Operación Resurrección, la amenaza degolpe de Estado, de intervención del Ejército y de toma militar de París y otras ciudades francesasfue real. No una ficción. Los generales Jacques Massu y Raoul Salan, que comandaban las tropasfrancesas en Argelia, enviaron al presidente de la República un telegrama de advertencia, y despuésuna carta con carácter de ultimátum, exigiendo la dimisión del primer ministro Pierre Pflimlin,amenazando con una sublevación militar si en un plazo de dos semanas el general Charles de Gaulleno era llamado a presidir el Gobierno.Los conspiradores gaullistas no pretendían tomar el poder por la fuerza —«no hay que tomar elpoder, basta con recogerlo», decía altivamente De Gaulle—; pero ¿acaso no era una fuerza coactivala amenaza de un golpe de Estado? En esas condiciones, René Coty citó a los líderes políticos dediversos partidos y, excepto los grupos minoritarios radicales, socialistas y comunistas, la mayoríade los diputados aceptó el regreso de De Gaulle como «salvador de la patria» y le ofreció lapresidencia del Gobierno con plenos poderes para elaborar una nueva Constitución, que derogaría laCuarta República e instauraría la Quinta con él como presidente.Eso sí, pese a ser una gravísima injerencia militar en las instituciones políticas, la «entronización»del general De Gaulle se revistió con los solemnes protocolos de la legalidad republicana. El 1 dejunio de 1958, De Gaulle fue votado e investido primer ministro en la Asamblea Nacional.Para aplicar la fórmula De Gaulle en España, el único punto de coincidencia era que en Francia losmilitares, los políticos y muchos ciudadanos de a pie querían echar al jefe del Gobierno PierrePflimlin e imponer al general De Gaulle; y que en España los militares, los políticos y muchosciudadanos de a pie, o de trono, querían echar al jefe del Gobierno Adolfo Suárez. Todo lo demáshabría que fingirlo, simularlo, inventarlo, o... provocarlo. Por supuesto, guardando las formas de la

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