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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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democrática», como encargado de relaciones sociales en el PSOE, mantuvo también un encuentro enoctubre con el parlamentario de CiU, Miquel Roca i Junyent. Almorzaron en la Casa dels Canonges,sede de la Generalitat de Catalunya. [31]El 22 de octubre, y aprovechando que se celebraban unas elecciones sindicales, Enrique Múgica ysu compañero socialista catalán Joan Reventós, fueron a Lleida.El alcalde Antoni Siurana, también socialista, había simpatizado pronto con el gobernador militar,Armada, y colaboró con él facilitándole la traída de aguas para unas dependencias militares de lazona. Con ese y otro motivo, almorzaron y cenaron, solos o con sus esposas, en diversas ocasiones.El 22 de octubre por la mañana, le telefoneó al Gobierno Militar:—Alfonso, soy Antoni Siurana, ¿dónde almuerzas hoy?—En el pabellón, en casa, con Paquita, mi mujer.—Verás, han venido unos amigos, y creo que te gustará conocerlos, ¿quieres venir a comer a casa?Será una comida de hombres solos, sin mujeres. Paso a recogerte a las dos y te llevo a mi casa, queaún no conoces.Armada se cambió el uniforme por un traje de paisano. Y una vez en casa del alcalde conoció a los«invitados sorpresa», Múgica y Reventós. Marisa, la mujer de Siurana les ofreció una copa deaperitivo y luego los dejó solos, «para que habléis de vuestras cosas».Armada, al redactar su diario como elemento de descargo en el juicio de guerra posterior a loshechos, tuvo interés en subrayar que la comida era un suceso imprevisto y elogió a la dueña de lacasa por su habilidad al improvisar el menú: melón con jamón, lubina a la vasca y postre de heladoscon tejas de almendras.Sin embargo, aquel encuentro no era algo fortuito, sino muy preparado por ambas partes: Múgicatenía interés en conocer a Armada, Siurana se lo había recomendado, «como un general muy bienrelacionado con las alturas, de mentalidad abierta, y que no traga a Suárez»; y Armada llevaba yaunos meses aplicándose a su propio marketing persona a persona, y deseaba «establecer un contactodiscreto con dirigentes socialistas moderados». Así se lo había comentado a Siurana. Tanto algeneral como al alcalde les pareció «una ocasión muy natural, la presencia en la ciudad de Reventósy Múgica, con motivo de unas elecciones sindicales», así se descartaba cualquier interpretación deque los dos diputados se hubieran desplazado adrede hasta allí. En cuanto a la comida en sí, no tuvonada de «improvisación casera», pues se sirvió por encargo desde el restaurante Sheyton, unestablecimiento de Ramón Miralles, y con camareros que atendieron la mesa.Armada, en su «diario de descargo», trató de no entrar en honduras sobre los temas deconversación, y se explayó recordando que hablaron de Lleida y la provincia, de la cría del ganadomular como una iniciativa que podría llevarse en conjunto entre los ministerios de Agricultura yDefensa, conveniente para los valles de la zona y para la División de Montaña Urgell IV, que élmandaba. Pero era ineludible que, además de las mulas, recordara que habían tratado otrascuestiones:Hablamos del Ejército, y Múgica me hizo preguntas sobre algunos generales: Sabino FernándezCampo, Sáenz de Santa María, Aramburu Topete, Gabeiras y algún otro militar. Me dijo como datoque él conocía: «Usted va a volver pronto a Madrid.» Me pareció muy informado y, sonriendo, meconfesó que en el PSOE tenían dossieres de muchas personas. También salió el tema de la UMD, queyo sentía más que conocía. Les di mi opinión sobre este asunto. Hablamos de política en general, delo mal que iban las cosas en aquellos momentos, de los problemas pendientes: economía, terrorismo,autonomías, etc. Creo que escuché más que hablé [...]. No presentaron ninguna idea concreta sobrepolítica española. Todo lo más que pudieron proponerse era conocerme. Sí, Múgica venía a

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