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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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—Si en la nueva Constitución se incluye esa atribución para el Rey, yo seré el primero enaceptarla, pero ahora no es así. De modo que, tal como están las cosas, si se produjera esenombramiento, yo me opondría. Y el Rey tendría que elegir entre Armada como jefe del CuartoMilitar y yo como presidente del Gobierno. [1]Don Juan Carlos no volvió a mencionar el asunto y Suárez aguardó a tener un pretexto sólido.Un día en que Suárez esperaba en el antedespacho para ser recibido por el Rey, Armada protestópor la «rampante desmoralización y pérdida de valores» que él percibía y citó una ley del divorciotodavía inexistente. Era su criterio moral y tenía derecho a exponerlo; pero al hacerlo se encorajinó,y fue alzando la voz hasta el punto de que el Rey oyó la bronca y salió alarmado de su despacho.Un hijo del secretario del Rey, Alfonso Armada y Díez de Rivera, se había presentado a laselecciones generales del 15-J como candidato al Congreso por Madrid en las listas de AP. Sedetectaron varias cartas, escritas y firmadas por el general Armada en papel timbrado del palacio deLa Zarzuela, postulando el voto para el partido de Fraga, en el que militaba su hijo. Cuando Suáreztuvo en su poder unas cuantas fotocopias de esas cartas, subió a ver al Rey. Llevaba en su portafoliosun buen pretexto con el que podría exigir la salida de Armada. Hacía tiempo que quería alejarle delcircuito de la influencia directa del Rey.Ciertamente, no era correcto utilizar el papel con membrete de la Casa de Su Majestad para pedirun voto, o una docena de votos, a favor de AP, pero mucho menos correcto era utilizar al propio Reypara pedir diez millones de dólares al sha de Persia y cien millones más al príncipe Fahd de Arabiaen beneficio de la UCD.Suárez estaba indignado y pidió a Don Juan Carlos que llamase a Armada al despacho. A la vistade las fotocopias con su encabezamiento y su firma, Armada reconoció que él mismo las habíaescrito y enviado. Y tenso, ante el cerco de aquella acusación con pruebas, se defendió atacando.Aprovechó la ocasión para exponer su desacuerdo con «la línea con que se estaba llevando lagobernación del país desde hacía un año», fustigó la «torpe, inepta y fracasada lucha contra elterrorismo»; su preocupación por los prometidos Estatutos de Cataluña y del País Vasco, que«vaticinan ya el despiece y la ruptura de España», y la posibilidad de que la Constitución, «porconsolidar la Monarquía, establezca una alternancia en el poder, con lo que dentro de un par de añosnos estarán gobernando los socialistas marxistas». Llegado a ese punto, Armada afirmó rotundo,dirigiéndose al Rey como único interlocutor:—Señor, en mi jerarquía de valores, primero y por encima de todo está Dios; después, mi conceptopersonal de España como patria; luego, el Rey; y en cuarto o en quinto lugar, la Constitución.Concluida la reunión, Suárez le dijo al Rey:—Ha sido esclarecedor. Él lo ha dicho todo. También para mí lo primero es Dios; pero Armada esun golpista en potencia porque su «concepto personal de España» está por encima de la Constitucióny por encima de la propia Corona. De modo que una distribución territorial de España, por ejemplo,que no cuadre con su concepto personal le situaría en contra de la Constitución, del Gobierno y delRey... al que dice defender. [2]Pocos días después, el 11 de julio, Sabino Fernández Campo se incorporaba a la Casa del Rey«para hacer el rodaje», según la jerga de palacio. Iba recomendado por su amigo y compañeroArmada, y solapándose con él hasta los reales decretos de 31 de octubre del mismo año 1977, porlos que Armada cesaba y era nombrado Fernández Campo.Al monarca le disgustó tomar esa decisión. Pero no podía elegir. Adolfo Suárez ya no era unpresidente «por dedo regio designado y por dedo regio cesable»; desde el 15-J, su nombramiento selo había dado el pueblo, y sólo el pueblo se lo podía quitar.

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