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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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como si cayese en la cuenta de que estaba allí, y le lanzó una pregunta inesperada:—¿Tú has hablado de esto con Torcuato?—No. Pero voy a verle mañana.—Pues háblale, háblale con entera claridad, porque lo espera. [55]Al día siguiente, 11 de marzo, Areilza visitó a Torcuato en las Cortes, y le planteó sin dar rodeosla cuestión:—El Rey quiere cambiar al presidente. Sólo al presidente. No ir a una crisis total, sino dejandointacto al Gobierno.—Pero el Consejo del Reino es muy de Arias... y quizá se resista a dar la venia.—No se pueden demorar más las reformas... Y el Consejo del Reino atenderá a esa razón yaprobará la terna que haga falta. Ten en cuenta que en cuanto el Rey lo convocó el otro día enZarzuela, su discurso fue una clara advertencia de que, si él se veía mediatizado ante un asunto deinterés nacional, podía apelar directamente al pueblo sin necesidad de contar con el Gobierno ni conlas Cortes.Areilza escuchó con gran interés, pero sin entender por qué, primero el Rey y luego Torcuato, leexponían palmariamente un plan de sustitución del presidente, que como ministro le sobrepasaba, yen ambos casos con la coletilla «dejando intacto el Gobierno». ¿Por qué se lo decían a él, sin nisiquiera requerir su opinión? ¿Qué operación se traían entre manos? Intentó descifrar el enigma. Nolo consiguió. En su libreta aquella noche escribió: «¡Extraña entrevista, con un supremo valorentendido en el trasfondo!» [56]Como el viernes 19 de marzo era la festividad de San José, el Consejo de Ministros se adelantó undía. Había pocos temas de fuste: el envío a las Cortes del proyecto de reforma de algunos puntos delCódigo Penal, la desmilitarización de los carteros al haber terminado las huelgas de Correos yTelégrafos, el destino de Gutiérrez Mellado como capitán general de la VII Región, el salariomínimo fijado en 345 pesetas, la subida del precio de la leche condensada... Y poco más. En el blocde sobremesa que cada ministro tenía delante junto al servicio de agua, Areilza fue garabateando eltranscurso de la reunión:Empezamos a las nueve. Dado el escaso contenido, parece que va a ir deprisa y que terminará antesde comer.A las diez comienzan los enganches.A las once estamos embarrancados.A las doce se discute más.A la una, largo y aburrido debate.A las dos, crispaciones, tensiones, agarradas verbales.A las tres menos cuarto, tentempié.A las tres y media, suma y sigue. Hablo brevemente. Me interrumpe Fraga, que hoy estádisparatado y agresivo con todo el mundo. ¿Qué le pasa a este hombre?A las siete termina el Consejo. Un Gobierno atascado, reunido durante diez horas y sin resolvernada.Tenía razón el Rey: «De puertas adentro, todo parado.»Arias y su mujer van a La Zarzuela, invitados a cenar por los Reyes. Estoy casi seguro de que nohablarán de nada sustancial. La comedia de los equívocos sigue su curso. [57]A los pocos días, el presidente Arias quiso hablar con Areilza. Estaba seco, malhumorado,

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