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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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ojos. Y trepas, porque a Gabeiras le hicisteis saltarse cinco puestos y hubo que ascender a cinco queno les tocaba, así que lo que canturrean es «de oca en oca, y asciendes cuando no te toca». Total, quelos tenientes generales, incluso generales de división, no despachan sus asuntos ni con Gabeiras nicon Gutiérrez Mellado. Van a hablar con Rodríguez Sahagún o vienen a mí. ¡Y luego tú te quejas deque vengan a mí!—Porque no es el conducto y porque un funcionario, sea civil o militar, no escoge al jefe que legusta, sino al que le corresponde.—Y Gabeiras me lo ha pedido. ¡No Armada, sino Gabeiras...!—No grite, señor, que le oigo muy bien.—No he gritado, he matizado. Gabeiras quiere tener cerca a un general que inspire confianza. YArmada la inspira porque saben que yo confío en él. En cierto modo, me ven a mí ahí, o piensan quelo que le digan a él me llegará a mí...—Y seguimos saltándonos los conductos reglamentarios, como hasta ahora, y permitiendo zigzagsraros. Consintiendo esas anomalías en la cadena de mando, los generales continúan creyendo que sonuna casta aparte; un poder militar fuera de la disciplina y de la jerarquía del poder civil. ¡Y yo noestoy por ésas!—¡No he terminado! ¡Déjame hablar hasta el final! Eso es sólo un aspecto, bastante considerable ypráctico, por cierto: saber qué piensan, qué hacen y qué necesitan los que mandan unidades en lasonce regiones militares, y no estar a ciegas, o teniéndome a mí como interlocutor. Pero hay algomás...—Creo que ese «algo más» me lo sé, de sobra.—Bueno, pues así lo sabes un poco más. Ya te dije el otro día en La Pleta que hay golpesorganizándose, y que no van contra mí, sino contra ti. Pero los que están en el ajo, o en losalrededores, no os lo van a contar ni a ti, ni a Gutiérrez Mellado, ni a Rodríguez Sahagún. Tú tienestus enlaces informativos en la Policía o en el CESID, y haces muy bien. Pero en el Ejército, cero. Enla Guardia Civil, cero. Ni te entiendes con ellos, ni ellos quieren entenderse contigo... ¿Has dichoalgo?—No, no he dicho nada. Escucho, escucho.—Pues, igual que tú recibes todas las mañanas a Andrés Cassinello y a Paco Laína, para que tevuelquen sus carteras con información actual y fiable, yo necesito tener una línea caliente que meinforme de modo periódico y frecuente sobre estados de ánimo en regimientos y cuarteles, planesgolpistas militares, confabulaciones, conspiraciones... Y esa línea caliente puede ser AlfonsoArmada. Hemos hablado de esto y él podría cubrir esa función, si se le destina al Estado Mayor delCuartel General del Ejército como segundo JEME en la vacante que deja el general MartínezJiménez.—¿Ha terminado, señor?—Bueno, sí... podría seguir dando argumentos, pero sé que, tratándose de Armada, contigo pinchoen hueso porque le tienes tirria visceral.—No es la primera, ni la segunda, ni la quinta vez que le digo, señor, que no me gusta tener a esecaballero politiqueando, intrigando y moviendo el rabo por Madrid. Y si le mandé a tomar el aire alPirineo, fue por no enviarle a Canarias, para evitar que cabildease allí con González del Yerro.—¡Un momento, Adolfo, no te embales! —El Rey ha sujetado a Suárez por el codo, comofrenándole. Suárez se desembaraza de un tirón.—Me embalo, porque sé lo que digo, y no digo todo lo que sé... Armada es un enredador que vendehumo, que vende conspiraciones, sediciones, sublevaciones ¡que sólo existen en su cacumen! ¡Y lo

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