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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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socorro» —Rodríguez Sahagún interrumpió las notas que iba tomando y se dirigió al Rey y a todoslos militares sentados en torno a la mesa oval— y en defensa de la Constitución, ¿por qué acabo denotificarle personalmente su cese, arresto y detención en un centro militar, confirmando lo que SuMajestad ordenó a instancias suyas, general Gabeiras, en la misma noche del «golpe de Estado», queno «intentona»? Yo estaba secuestrado cuando ustedes estimaron que debían destituirle y arrestarle.¡Ya me explicarán...!—¿Y qué nos dicen de la actuación del general Armada? —preguntó Suárez—. ¿Por qué semencionaba su nombre como una pieza clave entre los sublevados de Valencia, los de la Brunete ylos del Congreso? ¿A qué fue al Congreso?Como si fuese el abogado defensor de Armada, Gabeiras aseguró: «Armada estuvo toda la tarde yla noche junto a mí, y obedeciendo todas mis órdenes»; eludió responder por qué se mencionaba aArmada como pieza talismán; y justificó su ida al Congreso como «un ofrecimiento voluntario pararemediar la situación creada por el “episodio aislado” de Tejero, a quien ofreció irse de España enunos aviones militares, si deponían las armas y dejaban salir a los diputados: fue autorizado paraconseguir la liberación, la salvación de todos ustedes».—¿Que Armada venía a salvarnos? —replicó Suárez—. ¡No, por ahí no paso! Salvadores de lapatria, ¡fuera! ¡Ni civiles ni militares! Somos un pueblo soberano. Supongo que todos en esta salaentendemos lo que quiere decir que el soberano es el pueblo. Y que, en un Estado de derecho, son lasleyes y no los sables los que protegen al pueblo. Señores, aquí, con la intención de lavar la cara a lasFuerzas Armadas, se está pretendiendo cierto «negacionismo» de unos hechos graves, cuyo caladoaún desconocemos; enmascarar unas actuaciones ilícitas; y justificar «comprensivamente» lo que hasido un intento de golpe de Estado, nada espontáneo ni sobre la marcha, sino muy largamenteplaneado. Con muchas reuniones, contactos, viajes, documentos de apoyo... Detrás de lo ocurrido yfracasado había no ya un ambiente de conspiración, sino una intensa dinámica de preparación, quehabrá que explorar, en vez de echarle tierra encima.»Señor Laína —le tenía sentado enfrente—, ¿quiere informarnos de lo que usted vivió o conociófehacientemente en esas horas? Se trata de saber la verdad, y no de hacernos trampas en el solitario.Laína hizo un relato pormenorizado y con datos, siguiendo el minuto a minuto de los hechosimportantes. Incluyó la presencia anómala del general Torres Rojas en la DAC, la toma de RTVE, yde varias emisoras de radio y periódicos, la actitud «de sublevación solidaria, pero sublevación» dePardo Zancada y sus capitanes. Expuso con cierto detenimiento a qué fue realmente Armada alCongreso y cómo reaccionó al enterarse de que el Rey se había pronunciado por la legalidadconstitucional en su mensaje televisivo: «El Rey se ha equivocado —decía Armada—, se haequivocado. Ha involucrado a la Corona, divorciándola de las Fuerzas Armadas. Él no tiene quemeterse a resolver esto. Es una cuestión militar que debemos solucionar los militares. El Rey nodebió intervenir por la televisión.»Al Rey se le iba ensombreciendo el rostro y cada vez tenía más acusadas las ojeras.En ese punto, Laína activó una grabadora con amplificador de sonido para que escucharan variosfragmentos ya seleccionados de algunas conversaciones entre Tejero y Milans, Milans y Armada,Tejero y García Carrés. Oyendo esta última, cuando Tejero decía a García Carrés que Armada habíaido al Congreso porque lo que pretendía era «una poltrona» y que «lo mismo entraba por unGobierno con socialistas y comunistas que por una Junta Militar, si la presidía él», el Rey se tapó lacara con las manos. Intentaba ocultar sus lágrimas. Después sacó un pañuelo y se secó los ojos. [7]Adolfo Suárez, dirigiéndose a Gabeiras, le ordenó la inmediata destitución del general Armadacomo segundo JEME, «y mañana, el ministro de la Defensa decidirá si procede su detención».

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