13.07.2015 Views

LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

SHOW MORE
SHOW LESS
  • No tags were found...

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

largue, que no enrede, que nos deje en paz, porque yo, así se lo he dicho, «ni abdico ni me voy». Y ati te digo ahora que, tal como me hablas, y con tus pretensiones de controlarme y contrariarme, sindar palo al agua, sin solucionar nada de nada, llevando el país a la ruina y, encima, irritando alEjército..., yo no quiero tenerte aquí.—¿Estás diciéndome que yo sobro aquí, en España, en mi tierra...?—Estoy diciéndote que los dos no podemos seguir en el mismo país. Y muchísimo menos, en elmismo barco: yo al timón del Estado y tú al timón del Gobierno. O te vas tú o me voy yo. Y, ya te lodije el mes pasado, yo no pienso irme. ¿Lo quieres más claro? Además, ¡pisa tierra de una vez, coño!No podrás formar ningún Gobierno de unidad porque nadie va a querer ir contigo... Políticamente,estás muerto.Esas tres palabras «políticamente, estás muerto» me suenan como si clavaran un ataúd estando yodentro. Me quedo hundido. El Rey se ha ido hacia su mesa de despacho. De pie, con la mesa enmedio para crear distancia, me dice:—No revoques la dimisión. No intentes volver. Tienes que saber poner punto final a tu propiahistoria.Y por primera vez, en esta conversación, me llama por mi nombre:—Adolfo, no quiero que sigas.Viéndole así, en pie, con el uniforme de capitán general y al otro lado de su mesa, me doy cuenta deque es el Rey y acaba de cerrarme la puerta. Me trago todo lo que me saldría decir. Junto los talones,doy un cabezazo, paso al usted y le presento mis excusas:—Disculpe, señor, me he excedido... En mi descargo, la tensión acumulada por las horasdramáticas que hemos vivido, la noche en vela, consciente de que Santiago Carrillo y yo éramos losque estábamos más en peligro. A mí me tenían aislado, sin testigos, prisionero de unos guardias cadavez más nerviosos y más perdidos, y yo era la bestia negra de Tejero. En fin...—Discúlpame tú también. Ya puedes suponer que aquí tampoco hemos pegado ojo, sin un momentode respiro. Y aún nos queda bastante programa para hoy. Un baño caliente nos sentará bien a losdos. [4]No había vuelta de hoja. Adolfo tenía que irse de la política. Era la condición que impuso el Reypara otorgarle el ducado con grandeza de España. A través de Manolo Prado le mandó decir: «Noquiero dar títulos a políticos ni a empresarios en activo, porque en sus vidas y en sus conductaspuede haber cambios hoy impredecibles, cambios que se contradigan el día de mañana con lasexigencias del título... Si Adolfo promete abandonar la política activa, se lo doy.»La enconada adversidad de los últimos tiempos los había puesto frente a frente. Suárez, aunque nodijera palabra, era para el Rey un reproche permanente, un testigo incómodo y un juez severo. Nopodían seguir navegando juntos. Tenía que irse.Leopoldo no quiere retirarseCuando Suárez regresa de La Zarzuela, nada más entrar en La Moncloa, donde ha convocado alConsejo de Ministros, Calvo-Sotelo le sale al encuentro:—Presidente, lo que ha ocurrido es un hecho muy grave. Tú conocerás mejor que yo el alcance quetiene...Efectivamente, Leopoldo no puede hacerse idea de qué intereses y qué personas se movieron pordelante, por detrás, por debajo y por arriba, muy por arriba, en la tramoya de lo ocurrido. Y eso que

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!