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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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Manuel Monzón, Gabriel Elorriaga, Gabriel Cisneros...Muy pronto, Miguel Herrero de Miñón empezó a tener una conexión directa y fluida con ManuelFraga, que se intensificó llamativamente desde que fue elegido portavoz de la UCD. Y en esos mesesde otoño e invierno, hizo su labor de zapa ganando adeptos para la Operación De Gaulle, inclusocuando no tenía un rostro como mascarón de proa. Era una causa que le motivaba doblemente: acabarcon Suárez y reencauzar la marcha política. ¿Con un militar al frente del escuadrón? ¿Por qué no?Miguel Herrero habló con diputados de todos los signos, especialmente «jóvenes turcos» ydemocristianos de la UCD. Tenía dos instrumentos persuasivos: con unos empleaba su brillanteelocuencia; con otros utilizaba algo más mercurial: «Tengo dinero para una operación política demucho alcance.» La patronal CEOE, a través de José Antonio Segurado, le respaldabaeconómicamente en gastos derivados de reuniones, almuerzos y viajes, y también para estipendiar ladedicación a la causa de quienes quisieran cooperar. En una de sus captaciones, preguntó por ladirecta al diputado Joaquín García Romanillos: «¿Cuál es tu precio?» Ante la cara de estupor deGarcía Romanillos, Miguel le aclaró: «No intento comprar tu alma, Joaquín, sólo tu tiempo. Apartede tu sueldo de diputado, ¿cuánto necesitas para vivir, sin dedicarte a otro asunto que a estaoperación?» [28]En sus charlas con el Rey —comentaba Sabino años después—, Armada defendía la estrategia de«un Gobierno de amplia coalición para hacer frente a un posible golpe militar». Y aunque dijera«presidido por un independiente, un apolítico, un neutral», él aspiraba y se ofrecía claramente a serese apolítico neutral, con Felipe González de vicepresidente.¿Y el Rey? Al Rey no le parecía mal la solución Armada, en un momento tan difícil, con un AdolfoSuárez muy criticado y desprestigiado, aunque hasta entonces había sido tan eficaz. Lo que sebarajaba, considerando que Suárez estaba quemado y desanimado, era un cambio de Gobiernopacífico. Y configurar ese Gobierno de concentración en torno a un hombre de confianza como era elgeneral Armada, que sirviera de intermediario entre esta situación y la nueva, pues... era posible. [29]Ignorar el mandato de las urnas, darle al Rey la facultad de la destitución, convertir la Cámara enun foro de adhesión... ése era el camino de despropósitos —con o sin golpe duro, con o sin tricornios— que se había iniciado a partir de un Rey «caído del burro», o decepcionado por su jefe deGobierno, o temeroso de que la ineficacia de un gobernante perjudicara su Corona; a partir de unosinformes que trastocaban el espíritu y la letra constitucional; a partir de un PSOE demasiado ansiosopor llegar al poder; y a partir de un general Armada imbuido de su misión de salvapatrias.Felipe al Rey: «¿Qué pinta Armada en todo esto?»Después de la comida con Sabino en La Gran Tasca, la dirección del PSOE se remangó para latarea. El último día de agosto, domingo 31, Enrique Múgica, número tres en la dirección del PSOE ypresidente de la Comisión de Defensa en el Congreso, se presentó a media mañana en el domicilioprivado del president Jordi Pujol, en Premià de Dalt. Lo contó el propio Pujol: «Fue unaconversación de dos horas. Múgica me expuso la necesidad de apartar a Adolfo Suárez de lapresidencia del Gobierno para salvar la democracia. Me planteó la posibilidad de forzar la dimisiónde Suárez, poniendo al frente del Gobierno a un militar de mentalidad democrática. Mi respuesta fuede desacuerdo total. Le dije con fuerza que ni hablar, que eso era antidemocrático. Aquella visita mehizo ver que los socialistas, o buena parte de los socialistas, tenían una prisa muy grande por llegaral poder.» [30]Múgica, en su tarea de conseguir votos para la investidura del «militar de mentalidad

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