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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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Milans, que hablaría también con Tejero, porque tengo la impresión de que Jaime está deseando queesto termine de una vez... Esta aventura le pilla ya mayor.Sabino se ha quedado muy silencioso. Ha repetido algunas frases para que el Rey las oiga. Enrealidad a ninguno de los dos les sorprende lo que dice Armada. Es una operación que conocendesde su génesis. Pero han de seguirle el paripé:—Hombre, yo comprendo que no tengo las capacidades que se requieren para gobernar un país,soy bien consciente de mis limitaciones, ni soy político, ni soy economista... Y tendría que empezarrenunciando a mi carrera militar, pero me sacrificaría por España.—No, Alfonso, lo difícil y lo incierto de esa solución no es porque tú no valgas ni tengascondiciones, que las tienes para dar sopas con honda a muchos políticos, sino porque un Gobiernoformado en estas circunstancias, bajo la coacción de las metralletas, sería ilegal, no tendríalegitimidad democrática, la sociedad no lo aceptaría, no duraría nada... Sinceramente, pese a tubuenísima intención, esa propuesta me parece un disparate.—No tan disparate, Sabino. Yo lo primero que tengo que obtener de Tejero es que retire a susfuerzas y me deje hablar a solas con los diputados. Hemos consultado la Constitución y...—«Hemos...» ¿Quiénes?—Aquí, en el Estado Mayor, estoy con otros diez generales. Y en nombre del Rey se puede haceruna propuesta semejante. Hombre, para que sea democrática, los diputados tendrían que votarme...—Pues ¡ésa es otra! No me imagino a los diputados de izquierdas votando como presidente a ungeneral.—Sabino, me votarán. Y no sólo el centro y la derecha: cuento hasta con el apoyo y los votos delos socialistas.Armada querría no haber desvelado sus cartas. Acaba de poner de manifiesto que con antelación haestado maniobrando y ganando adhesiones políticas.Una vez dicho eso, Sabino le plantea un pacto:—Alfonso, somos compañeros y amigos desde hace muchos años, hemos vivido muchas cosasjuntos. Y yo sé que si estoy aquí es porque tú le hablaste al Rey de mí. Te propongo un pacto deamigos y caballeros: ocurra lo que ocurra, salga bien o salga mal lo que vas a hacer, yo jamás haréuso de esto que me has dicho, lo guardaré en secreto, si tú me das tu palabra de honor de que alnegociar con Tejero y al dirigirte a los diputados, lo haces a título personal, sin meter para nada alRey, ni escudarte en su nombre.Invocando la vieja amistad, ambos se juramentan en silencio. Será un pacto de hierro quecumplirán los dos. No lo rompieron ni en el consejo de guerra. [32]El Rey ha seguido la conversación sin pestañear. También, asintiendo con la cabeza, el subrayadode Sabino «cualquier iniciativa que tomes, será por tu cuenta y a título personal, según te dicte tuconciencia y sin utilizar para nada el nombre de Su Majestad». ¿Cómo una decisión que afecta a lamédula de la tenencia del poder del Estado puede ejecutarse «a título personal»?Sabino estaba de vuelta. Por eso Armada con él pinchaba en hueso. Sabino había estado de acuerdocon la solución Armada. La conocía desde su instante cero más uno. En julio de 1980 ya sabía queestaba en marcha. Recibió y entregó documentos de constitucionalistas, de estrategas políticos y deanalistas del CESID «de parte del general Armada para Su Majestad el Rey», que se encargó devehicular hasta su destinatario, bien en mano, bien por valija de Casa Real hasta Marivent. Apetición del Rey, y en su presencia, la explicó a amigos de gran confianza, como Paddy Gómez-Acebo y Jaime Carvajal y Urquijo. Pero se puso en contra cuando vio que el empecinamiento deArmada podía arrastrar al Rey hacia un derrape peligroso, fuera de la legalidad.

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