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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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susurraba: «Tengo que administrar mis silencios.»Sin embargo, alguna vez dio licencia a esos silencios. Fue almorzando con Leopoldo Calvo-Soteloen Ciriaco, en la calle Mayor de Madrid. Le contó que, en la comida de Lleida, Armada despotricócontra el Gobierno de Suárez, al que calificó de mero gabinete de relaciones públicas, atacó aTarradellas y a Pujol, y expuso su idea de un Gobierno fuerte de unidad, de concentración. «Yempezó a preguntarse y a preguntarnos quién debería presidirlo. Entonces, Reventós le dijo: “¿Cómoque quién va a presidirlo? ¡Pues tú!”» [35]Con el Informe Múgica en el bolsillo, Felipe González fue a ver al Rey. Le contó aquellaconversación en la que «el preceptor» (Armada) se autoproponía como presidente. Le dijo «tambiénhan preparado una reunión para que Armada y yo nos encontremos, pero he preferido no acudir».Lógicamente, Felipe quiso oír de labios del Rey si todo aquello de la moción de censura contraSuárez, la candidatura de un general y el Gobierno de concentración, como «contragolpe», eranfantasías del marqués de Santa Cruz de Ribadulla o tenían la real venia. [36]La respuesta del Rey puede deducirse fácilmente por lo que sucedió a continuación: FelipeGonzález envió una circular nacional a todo el PSOE descartando el Gobierno de coalición con laUCD, asunto sobre el que se venía discutiendo en el partido. «Los socialistas no pedirán esta salida ala situación política, sino que continuarán su estrategia de oposición responsable.» Es decir, nada dealiarse con Adolfo Suárez; la estrategia consistía en derribarle. [37] Y un paso más: a partir delalmuerzo de Lleida y de la conversación de Felipe con el Rey, la fórmula que utilizará la ejecutivadel PSOE en sus contactos con otros políticos ya no será «Gobierno de coalición», sino «coaliciónparlamentaria más un general». [38] Felipe González sabía que no hablaba a humo de pajas cuando enadelante afirmase con imponente rotundidad: «... Y si se dieran tales circunstancias, yo podríasentarme en un Gobierno de coalición, pero no con Suárez.»Lo importante de aquel almuerzo en Lleida era que no se trataba de un informe escrito por unconstitucionalista, con o sin firma, sugiriendo una operación para derribar al presidente del Gobiernoal margen de los plazos y de los formatos constitucionales; ni de un plan de analistas anónimos delCESID con diversas fórmulas hábiles más o menos al borde de la ley; ni de un político que se loproponía a otro político. Lo importante de aquel almuerzo en Lleida era que quien explicaba laoperación del golpe blando era el general Armada, cuyo «prestigio y aval de aceptación» no era otroque su pretendida identificación como «el general del Rey».De ahí que en el enorme hangar de Campamento, convertido en sala de los juicios por el 23-F,cuando se acercaba la fecha de citar como testigo a Enrique Múgica, el teniente general FedericoGómez de Salazar, que presidía el Tribunal Militar, trasladara un mensaje verbal al letrado ÁngelLópez Montero, defensor de Tejero. Lo hizo a través del relator jefe, el teniente coronel JesúsValenciano: «Tengo un mensaje del presidente: si renunciáis a la declaración de Enrique Múgica,esta misma tarde se pone en libertad a los tenientes de la Guardia Civil y en la sentencia saldránabsueltos.» Tejero reunió a sus oficiales y les comunicó la oferta para que respondieran libremente.Se salió de la habitación y los dejó solos para que lo discutieran entre ellos, pero antes de irse lesdijo: «Decidáis lo que decidáis, para mí seguís siendo hombres de honor.» Uno tras otro, aquellostenientes renunciaron al chanchullo. Múgica compareció como testigo. Y en su declaración, paraestupor de todos los presentes en la sala de justicia, asumió el papel de «abogado defensor» elpropio presidente del Tribunal. A cada pregunta que formulaban los letrados de los acusados, elgeneral Gómez de Salazar se acercaba el micrófono de mesa y liberaba al testigo de responder: «Noha lugar.» «No ha lugar.» «No ha lugar.» [39] Elocuente.

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