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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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CAPÍTULO 5Suárez, el Rey, un perro, una pistola...El Rey: «Adolfo, uno de los dos sobra en este país»A mediados de enero, algunos dirigentes del PNV, predio entonces de Xabier Arzalluz, le dieron aentender al presidente Suárez cierta «incómoda extrañeza», porque se iban enterando «a retazos, ycasi con los hechos en puertas, de la visita oficial de los Reyes a Euskadi: las fechas ya clavadas, elprograma de actos resuelto... y, caray, que vienen a nuestra tierra, a nuestra casa, y entre MarcelinoOreja y Rodolfo Martín Villa lo están montando todo prácticamente en secreto, sin contar connosotros». Y un par de diputados vascos, sobre la misma cuestión, le precisaron: «Aunque nosotrosno somos muy de monarquías, estamos encantados de que vengan; pero nos parece que las fechas másadecuadas de la visita serían tras aprobarse los conciertos económicos en las Cortes. No decimosque entonces el pueblo se vaya a echar a la calle a vitorear y a dar las gracias, porque en definitivaes devolvernos algo históricamente nuestro que Franco nos quitó; pero, vamos, que tampoco severían graffiti de protesta, ni gestos hoscos...»La visita de Suárez en diciembre, aunque muy aperreada en la calle, había sido de gran eficaciapolítica en las conversaciones de interior y cara a cara, pues entre él y Garaikoetxea lograrondesbloquear los dos contenciosos que tenían de uñas al Gobierno vasco: el concierto económico y laPolicía autónoma.Los burukides del PNV preferían que todo eso quedara sancionado en el Congreso de losDiputados antes de la visita real. Suárez opinaba lo mismo, de modo que la estancia de los Reyesfuese una celebración, una ospakizuna, como ellos decían.Pero el Rey no lo entendía así: «¡Es que para poder ir yo allí, tengo que pagar peaje!», exclamaba.Además, Marcelino Oreja y Rodolfo Martín Villa se coordinaban entre ellos y con la Casa Real,pero no con La Moncloa ni con el Gobierno vasco. Funcionaban con gran eficacia, pero comofrancotiradores. A Suárez, como a los del PNV, le llegaban ondas de que Marcelino Oreja habíaplanificado «un programa amplísimo, precioso, como para que los Reyes se estuvieran allí unasemana, pero tendrán que hacerlo todo en tres días y a uña de caballo»; y de que Rodolfo, por lacuestión de seguridad, habría pedido ayuda a Rosón para que hubiera policías a manta, peinándolo yregistrándolo todo de tapadillo. Los vascos lo consideraron «como si en tu propia casa vinieran ahusmear en tus mansardas y tus bajeras sin decirte para qué; la gente se mosquea».A esos comentarios se unieron unos teletipos que circulaban desde el día 20 de enero expresandola sorpresa en Ajuria Enea y la extrañeza entre los dirigentes del PNV, ante la posible visita de losReyes al País Vasco.El jueves 22 de enero, Suárez subió a La Zarzuela, como solía hacer las vísperas de Consejo deMinistros. A solas con el Rey, le informó sobre algunos trámites de Gobierno, interrumpieron para elalmuerzo y siguieron luego en el despacho tomando café.Suárez empezaba a estar griposo, pero tenía una reunión con la ejecutiva de la UCD y después unviaje rápido a Sevilla para cenar con el presidente de México, López Portillo, que hacía escala enuna tournée privada. Quería que fuese un despacho rápido, y no pensaba entrar en el tema vasco, queya había ocasionado entre los dos una discusión muy correosa hacía apenas diez días. Sin embargo,

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