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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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Oficialmente era un príncipe «bajo protección», pero en realidad era un príncipe «bajo sospecha».—Pues habrá que deshacer esos «servicios» algún día —dijo Pérez de Bricio—, si no queremosque nos devoren a todos en una guerra absurda de chantajes, denuncias y delaciones como ocurre entodas las dictaduras.—Hace unos cuantos días me decía eso mismo Gutiérrez Mellado aquí, en este despacho: «Areilza,hay que liquidar los servicios de información, los civiles y los militares, porque están trufados deultraísmo político. Es un escándalo, Blas Piñar y sus amigos han perforado servicios enterosinfiltrando topos suyos.» Se reía echándole buen humor, pero luego ya en serio me advirtió que esasdosis continuas de filosofías ultras estaban envenenando al Ejército. Y él conoce por dentro al AltoEstado Mayor, o sea, que no hablaba a humo de pajas. [103]El eco siguiente le llegó a Areilza por el periodista berlinés Peter Galliner, presidente del InstitutoInternacional de Prensa, que acababa de estar con el Rey:—Hemos hablado de la prensa y de la censura. Le he dicho algo elemental, axiomático: no puedehaber democracia donde no hay un periodismo libre, libre y responsable; y que en España hace faltaquitarle los grilletes a la libertad de expresión, o no podrán ir ustedes a una auténtica reformapolítica.—¿Y qué le ha dicho Su Majestad?—Él está plenamente de acuerdo, y lo quiere. Le avergüenza que se secuestren revistas yperiódicos... Me ha confesado que «el problema se llama Arias», pero que tiene «gran dificultadpara resolverlo». [104]Construir el futuro con los escombros del pasado28 de abril. Sentado detrás de su mesa de despacho, el presidente Arias daba una imagen deempaque autoritario y de distancia entre él y el público. La cámara enfocó, en un lugar destacado dela estancia, un caballete revestido de terciopelo dorado sobre el que se exhibía un gran retrato alóleo de Franco, ataviado con la gran gala de Generalísimo y almirante de Castilla.Empezó refiriéndose al trasiego de rumores que circulaban en torno a su persona y a sus relacionescon el Gobierno:Algunos se han aventurado a hablar de crisis de confianza, de disensiones en el seno del Gobierno,enfermedades imaginarias, cansancio, agotamiento... Porque existe un estado general de ansiedad yconfusionismo, es necesaria una reafirmación de firmeza ante los renovados embates de lasubversión. [...] Pues bien, cuando la confusión se hace más espesa y la subversión es más osada, hecreído llegado el momento de dirigirme a vosotros para deciros que creo en la absoluta necesidad dela reforma. Y aquí y ahora quiero dejar constancia de que la reforma ha comenzado ya.En ese punto fue meridiano. Rotundo y ufanándose de ello, definió su línea política como una«continuidad entre mi programa del 12 de febrero de 1974, ratificado el 28 de enero de 1976». Ahípodía haber concluido, toda vez que no hubo nada nuevo. Era el galimatías de unas «reformasconservadoras y continuistas», ya que «sólo se reforma lo que se desea conservar; no hay reforma sincontinuidad; continuidad y reforma son conceptos que se exigen recíprocamente». Y según esafilosofía lampedusiana del «conviene que algo cambie, para que todo siga igual», anunció unoscambios legales de revoque de fachada, permaneciendo inalterados los principios del Movimiento ylas Leyes Fundamentales. Una mezcolanza que ni él mismo supo explicar. Así, cuando se refirió a unaley electoral nueva en la que se mantenían los cauces de participación del falangismo —familia,

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