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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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toma nota. Carter se anima y también tira de bloc y empieza a escribir. Para cada pregunta, Suárezafila una respuesta con tres o cuatro datos inéditos —y hasta domésticos y de aficiones raras— delpersonaje en cuestión. Son los dossieres que contrainteligencia faena, y guarda y aumenta desde lostiempos de Muñoz Grandes, de Carrero, de Díez-Alegría..., cuando en la pertinaz sequía franquistadábamos información a la OTAN por la puerta de servicio, como el lechero.Carter está a menos de nueve meses de las elecciones presidenciales y sin poder meterse encampaña porque se le acumulan los infortunios. La invasión de Afganistán se ha sumado a la crisis delos rehenes en Irán. Sesenta y seis ciudadanos estadounidenses, entre ellos toda la Residenturdiplomática destinada en Teherán, llevan ya setenta días de cautiverio. Han intentado variasoperaciones de rescate. Fracaso tras fracaso. Ahora Carter tiene la tentación de un ataque aeronavala Irán, pero Mondale y Vance lo desaconsejan, «se interpretaría como respuesta militar a lossoviéticos por lo de Afganistán». El helado de Carter se ha derretido sin sentir.Suárez mira su reloj, contento porque ha logrado trasladarlos a Oriente Medio sin que se hable deTorrejón, ni de la evacuación de los submarinos nucleares de Rota, ni de la renovación del tratadobilateral que caduca en 1981, ni del reconocimiento de Israel, ni de la OTAN. De pronto alguien,¿Mondale?, suelta: «Lo de Afganistán exige una respuesta, cierta recomposición del escenario,ciertas medidas de sanción. Moscú debe entender que su intervención militar tiene un precio.» Carterasiente rotundo. Suárez, muy enérgico en su ademán, pero muy cauteloso en sus palabras, que casidicta a la señora Van Reigersberg: «Por supuesto, la Unión Soviética tiene que desistir de esadinámica expansiva.»El interés de Suárez es separar el hecho soviético alevoso, «una agresión brutal, sí», de lanecesidad imperativa de un reequilibrio cuya solución sea la entrada de España en la OTAN. Y seinterna en una explicación de los motivos que pueden haber impelido a esa acción: «Brezhnev nopiensa en provocar a Occidente. Tiene otros problemas. La toma de Afganistán responde, me parece,a tres objetivos: crear un gran cinturón sanitario que aísle a los musulmanes de la Unión Soviéticadel contagio islámico radical de los afganos, rodear China por su costado oeste y buscar una salidaal océano Índico. Lo malo es que amenazan a Occidente desde el corazón de Oriente Medio. Por esoinsisto en el riesgo de que las tropas soviéticas estén a menos de setecientos kilómetros del estrechode Ormuz.»Vuelven a Ormuz, punto neurálgico de la zona. El peligroso papel arbitral de Iraq en la crisisenergética. El rol mediador que España puede jugar entre ese caleidoscopio donde nunca se sabehasta el último minuto quién apoya a quién ni quién atacará por la espalda. La conveniencia de unasolución inteligente y bien negociada para el problema palestino. Ahí, Carter se pone muy serio ypontifica: «Estados Unidos comprende y acepta los derechos del pueblo palestino, pero no vamos areconocer un Estado palestino.» Es entonces cuando Suárez, cambiando de conversación para nollegar hasta el extremo, y callándose su decisión berroqueña de «yo tampoco reconoceré al Estado deIsrael», regala una «información confidencial, todavía no valorada ni confirmada»: «Saddam podríaestar preparándose para invadir Irán. Aprovecharía el delicado impasse del momento, la fragilidadde Jomeini y la casi certeza de que ni la Unión Soviética ni Estados Unidos intervendrándirectamente. Es un gran estratega, y quiere controlar la región.»Suárez no juega de farol. Tiene algunos datos. Fibras. Se ve a sí mismo —esta vez sí— comoAlfonso Guerra le describe: «Un tahúr del Misisipi, con su chaleco brillante, su chistera y sus cartasen la manga.» Sin embargo, lleva un póquer de ases: no habrán pasado ocho meses de este almuerzoen la Casa Blanca cuando Iraq invada Irán y comience una monstruosa guerra que durará ocho años.En el recorrido mundial han hablado también del antiamericanismo en Iberoamérica, de los

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