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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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—Usted y yo hemos estado jugando una partida de ajedrez en la que yo he tenido que mover mispiezas siguiendo las iniciativas que usted tomaba...Decidieron hablar de Política —con P mayúscula— y abordaron la situación económica, que erabastante preocupante. Estaban de acuerdo en que si no se llegaba a un gran acuerdo nacional quedesatascara la economía, de poco valdrían los pactos políticos. Carrillo ahí empeñó su palabra deque, lejos de poner palos en las ruedas del carro propiciando huelgas y protestas, arrimaría elhombro para ayudar al Gobierno en la salida económica del país. Fue un buen punto de partida en elentendimiento de aquellos dos hombres.Luego entraron en temas del proceso político. Repasaron los contenidos de la Ley para la Reformay el sistema electoral. Suárez le aseguró a Carrillo que las nuevas Cortes serían constituyentes, y leavanzó la intención del Gobierno de adelantar tres años la mayoría de edad, que pasaría de losveintiuno a los dieciocho años. «Con eso —explicó—, no sólo se incorporan tres levas deespañolitos al nuevo sistema democrático, sino que se prima a los partidos de la oposición, porquela mayoría del voto joven está escorado a la izquierda.» [113]Comentaron las encuestas recientes no publicadas. Carrillo contó las que él tenía de inclinación devoto: «Nos atribuyen entre un 10 por ciento y un 15 por ciento.» Pero las que a Suárez le importabanen aquel momento eran las de posicionamiento ante la legalización del PCE. En los militaresmejoraba, aunque muy lentamente. Entre los civiles, los últimos sondeos habían dado un vuelcosorpresa: después de las recientes semanas trágicas y los asesinatos de Atocha, casi el doble de losencuestados se pronunciaban a favor de la legalización, un 45 por ciento, el 25 por ciento en contra yun 30 por ciento seguía indeciso o no quería contestar.Por las conversaciones que el líder comunista había mantenido con Armero en Niza y en París,Suárez conocía bien su disposición y la de su partido respecto a la unidad de España, el rechazo atodo recurso a la violencia, la necesidad de superar de modo pacífico el conflicto vasco y laextinción de ETA, la aceptación de los símbolos nacionales, la renuncia al debate República versusMonarquía y a un plebiscito sobre la forma de Estado. Obvió volver sobre ello.Carrillo expuso la ruptura, «y bastante inamistosa», del PCE con el PCUS en 1969, a raíz de lainvasión soviética de Checoslovaquia; la independencia económica, programática y de todo tiporespecto a Moscú; y la actual hostilidad del Kremlin hacia el eurocomunismo que Carrillo, junto conel italiano Enrico Berlinguer y el francés Georges Marchais, defendía.—Por cierto —interrumpió Suárez— ya me han informado de que quieren ustedes celebrar enMadrid una cumbre o una conferencia eurocomunista... Mire, lo siento en el alma, pero no están lascosas como para andar provocando a los... «tupamaros» de Fuerza Nueva o de Cristo Rey. ¡No mássangre! Esa reunión deben aplazarla, dejarla...—No, no puede ser. Ya está todo organizado. Pero además es que yo aquí en España soy ya unhombre que está en libertad. Un ciudadano con derecho a reunirse con unos invitados como Marchaisy Berlinguer, dos figuras políticas notorias y respetadas en toda Europa. ¿Va a cerrarles usted laentrada a España a Marchais y a Berlinguer? Si hace usted eso, señor Suárez, la gente en Europa diráque aquí no hay democratización que valga, que aquí siguen vigentes las prohibiciones franquistas,que todo esto es un camelo... De cara al mundo exterior, a su Gobierno le interesa que esa cumbre secelebre, y con megafonía. Si la prohibieran sería un escándalo.»Y dejo a un lado las comparaciones, que son odiosas, pero podría preguntar ¿cómo es que unciudadano tan español como yo, Felipe González Márquez, ha podido celebrar un congreso del PSOEcon Brandt, Foot, Nenni, Palme, Mitterrand y otros invitados estelares, prensa, público, protecciónpolicial..., y a nosotros se nos niega? ¿A qué responde esa discriminación?

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