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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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eferentes a la jefatura del Estado, a la Corona. Llamó al presidente Suárez y a Pérez-Llorca, comoponente constitucional, y les dijo:—Quiero tres cosas, y vosotros ya veréis en qué título o en qué artículo han de ir. La primera, queEspaña se defina como una Monarquía parlamentaria. La segunda, que en la continuidad dinástica seintroduzca la igualdad de derechos entre hombres y mujeres para reinar; o sea, que en España puedahaber reinas, que Franco las eliminó. Eso sí, manteniendo la prioridad, la prelación, de mi hijo DonFelipe, al que ya he investido Príncipe de Asturias, como excepción. Pero, después de él, ya no habrádiscriminación de sexo, y el orden sucesorio de la Corona será por edad y parentesco directo. Unatercera cosa: en el escudo de España, con las columnas pero sin águila, y coronado, tienen quefigurar las tres lises de la dinastía Borbón-Anjou. [25]Tardó un tiempo en definirse por ley el escudo nacional. No figuró en la Constitución, porque seprecisaba un estudio de la Academia de la Historia y el trabajo de los dibujantes y peritos deheráldica. No estuvo definido hasta la Ley 33/1981. Tuvo su anécdota la cuestión de las flores de lis.Aparte de los cuarteados con el castillo, el león rampante, las cadenas y las cuatro barras, y lagranada debajo, en el centro debía llevar un escusón azul con tres lises.Alfonso Guerra se lo había estudiado bien y decía: «Nada que oponer. Según el dictamen de laAcademia, es casi, casi, el mismo escudo que rigió en España todo el siglo XIX y parte del XX,incluidas las repúblicas. El de la Primera República no llevaba el escusón, y la corona real sesustituyó por la corona cívica de laurel; y el de la Segunda República iba coronado con un tronco decastillo, pero sin el escusón ni las lises.»A la hora de redactar la ley, entre Guerra, Luis Solana y Alfonso Osorio lo solucionaronsalomónicamente, aunque ninguno de los tres gobernaba: el apartado primero de la Ley 33/1981describía todo el escudo nacional, incluida la corona cimera; y el apartado segundo agregaba que «enhonor a la dinastía reinante, el escudo llevará el escusón con las tres flores de lis». Guerra, gastandosorna, dijo:—Bueno... así el día que aquí haya una Tercera República no habrá que andar cambiando elescudo, con quitar el escusón, listo.Cuando se lo contaron al Rey, contestó:—¿Y qué más me da que lo del escusón se diga en el artículo primero o en el artículo segundo? Amí lo que me importa es que, mientras yo sea Rey, las tres flores de lis tienen que estar en el escudoporque son las de mi dinastía. [26]Fuera de eso, el Rey no insistió de modo especial en ningún punto de la Constitución. Incluso tuvoque enviar recado a varios senadores reales para que se abstuvieran de defender ciertas cuestiones,por no implicar a la Corona, ya que la gente los veía como una especie de lobby regio, y podíaninterpretar que el Rey pedía tal o cual cosa por boca de ganso.Básicamente, la aceptación de la Monarquía estaba zanjada desde dos años antes, desde losencuentros secretos entre Felipe González y Adolfo Suárez en el piso de Joaquín Abril Martorell, encasa de Rafael Anson, o en el despacho de Servibank, que Luis Solana compartía con Pérez-Llorcaen Castellana 8. Pero aquel acuerdo fue verbal, no se hizo público, quedó entre ellos. Y la cúpulasocialista tras las reuniones en el parador de Sigüenza, elaborando sus propuestas de Constitución,declaró que el PSOE defendía la República como forma de Estado. Mantuvo la apariencia de surepublicanismo durante los quince meses que duraron los trabajos constituyentes. Mentía, fingía...Necesitaba esa actitud testimonial porque tenía unos cuadros todavía muy escorados a la izquierda y

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