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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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tuvieron el vídeo de Suárez en su spot final.La UCD, impulsando y dirigiendo el proceso reformista, se jugó a su electorado natural decentroderecha, que no digirió la reforma fiscal, que gravaba más sobre quienes más tenían; ni la leyde divorcio; ni la legalización de anticonceptivos; ni la aconfesionalidad del Estado; ni el nuevomodelo de acceso a la educación, que potenciaba la enseñanza pública, condicionando lassubvenciones a la enseñanza privada; ni el anuncio de la reforma militar; ni el Estado de lasautonomías..., ni unos Pactos de La Moncloa en los que se partía de una paridad entre empresarios ytrabajadores. Además, junto a la gestión de las reformas y de la Constitución, era el partidogobernante, y le tocó afrontar la crisis económica, el paro, las «movidas» militares y los asesinatosde ETA. Sin embargo, no sufrió desgaste, incluso creció dos escaños.El PSOE tenía todas las de ganar: fue beneficiario y coprotagonista mediático de las reformas y delos Pactos de La Moncloa sin mancharse el armiño; capitalizó los cambios progresistas de laConstitución; obtuvo en su provecho la inclusión del voto juvenil de los dieciocho a los veintiúnaños; sumó a los partidos socialistas periféricos y absorbió al PSP de Tierno. Pese a ello, siguiósiendo segunda fuerza, a cuarenta y cuatro escaños de distancia de la UCD.El canciller Helmut Schmidt le confesó a Suárez, en un viaje rápido de éste a Bonn, un añodespués: «Según un estudio de los técnicos electorales del SPD, su intervención televisiva de cierrede campaña movilizó un millón de votos indecisos... Aquellos siete minutos le dieron a usted lavictoria.» Y en esa misma conversación, pasando al tuteo de más confianza: «¡Cuídate! ¡Ahora irán apor ti!»Para los compañeros socialistas alemanes, Suárez era «el mayor capital político de la UCD». Enconsecuencia, aconsejaron a Felipe González un cambio de táctica: del ataque al partido, «unconglomerado de ideologías, un invento sin historia ni tradición, y una jaula de grillos», debían pasaral derribo de Adolfo Suárez. Centrarse en el líder, que era el activo principal y su única garantía deunidad. Más aún, Willy Brandt, desde su puesto de presidente de la Internacional Socialista y suexperiencia personal, aconsejó a González: «Entrad a gobernar en coalición, desgajando, porejemplo, a los socialdemócratas, a los liberales o a los democristianos de la UCD; entrad en elGobierno con cualquier sector de la UCD. Tienen que veros gobernar de modo sosegado, profesionaly ejemplar. Es la única manera de que os ganéis la confianza social. Y toquéis poder. Felipe, no teimporte sentarte en un Gobierno en la silla del vicepresidente. Yo lo hice así. Y en las eleccionessiguientes fui elegido canciller.»Y a esa estrategia se aplicaron, sin esperar a los «idus de marzo» de 1979.Suárez no quería ni oír hablar de una Große Koalition, que «dejaría al país sin alternativa,mezclaría churras con merinas, y sería pan para hoy y hambre para mañana, como ocurrió en Italia».Pero los socialistas no querían esperar... Su juego político fue exactamente el derribo de Suárez. Erael modo infalible de descalabrar la UCD. [55]Arzalluz: «¿Investidura o embestidura?»No hubo días de vino y rosas, ni tiempo de paladear las mieles del poder, ni un instante para cerrarlos ojos y disfrutar de la victoria. Desde que ganó las elecciones del 15-J de 1977, Adolfo Suáreztuvo que arrostrar una hostilidad creciente por días, que surgía inesperada y alevosa desde distintosámbitos sociales, fuerzas políticas o élites influyentes de la vida nacional. Aunque quizá sea másjusto decir que lo que irritaba del 15-J no era la victoria de Suárez, sino la fuerte irrupción del PSOE

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