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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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conocerme. Él sabía que yo tenía muy buenas relaciones con el Rey y prestigio en las FuerzasArmadas. Pero no capté ningún otro propósito especial. Me preguntaron si el Ejército estabatranquilo y les aseguré que en Cataluña lo estaba. [32]La forma elusiva de Armada, que él mismo reconoció en otros momentos y también en su libro,consistía en no mentir, pero no decirlo todo; omitir unos elementos y referirse sólo, aunquedetalladamente, a otros que recordaba. De modo que, al señalar que «se habló del Ejército» o «de lasituación en aquellos momentos y de los problemas pendientes», no mentía, pero no decía que aqueldía en la sala comedor de Vallalt 44, de Lleida, se expuso con tonos muy sombríos una panorámicainquietante de la realidad española y la necesidad de un revulsivo político, de una soluciónextraordinaria que conllevaría un Gobierno «prefabricado» bajo la presidencia de un general. Y enese contexto se comprende también la afirmación de Armada: «Los socialistas vinieron aexaminarme, a ver si yo servía o no.» [33]Si servía o no, ¿para qué? Seguro que no sería para dedicarse a la cría mular.De hecho, al concluir aquel almuerzo, Armada, además de dar parte preceptivo de su asistencia alcapitán general Pascual Galmés, de quien dependía, llamó a La Zarzuela y le contó al Rey lo másinteresante que se había dicho en aquella reunión y sus impresiones personales. Después se lo refiriótambién, en sustancia, al comandante Cortina, coordinador de su staff. ¿Cómo no iba a hacerlo, siCortina —y no Siurana— era el eslabón que provocó en Múgica y Armada el interés recíproco porconocerse? Y eso Siurana podía no saberlo, pero Armada y Múgica, sí.El Rey le dijo a Sabino que, sin darle trascendencia al suceso, le comentase al ministro RodríguezSahagún que Armada había tenido esas visitas y esa invitación.Por su parte, de vuelta en Madrid, Múgica informó oralmente a Felipe González de todo lo quehabían hablado con Armada en casa de Siurana. Que se trató abiertamente de encauzar la gravesituación de atasco político con un Gobierno de concentración presidido por un independiente, y allíquedó dicho y claro que lo presidiría Armada. Que el propio Armada indicó las fórmulas paraconseguir la caída de Suárez: «Que vuestro partido le eche con una moción de censura, sumandovotos de otros grupos parlamentarios, o que el Rey fuerce su dimisión.» Múgica le había hecho saberal general que el PSOE estaba dispuesto a conseguir la salida de Suárez, y que aceptaban a Armadacomo candidato para que fuera elegido en el Congreso.Felipe González, después de escuchar el relato —que nunca ha trascendido en su integridad—frunció el entrecejo, se quedó pensativo y dijo: «Enrique, ponme todo eso por escrito.»La ejecutiva del PSOE estudió detenidamente el Informe Múgica y lo contrastó con lasimpresiones que sobre aquel mismo almuerzo habían suministrado Reventós y Siurana. La conclusiónque extrajeron, quizá demasiado simple, los alertó: «Armada ha chequeado al PSOE para saber sipuede contar o no con nosotros en un hipotético Gobierno de coalición.» [34]El Informe Múgica nunca vio la luz, ni siquiera en los juicios de guerra. Aunque lo pidieron losdefensores de los acusados, fue denegado como prueba. Allí se le preguntó qué importancia daba él aesa comida como para entregar un informe al secretario general de su partido. «Yo rendí ese informe—respondió Múgica— porque aquel almuerzo no era una iniciativa o una tarea mía estrictamentepersonal.» Y, transcurridos muchos años, cuando se solicitaba en la sede del PSOE, invariablementerespondían «ese documento no se conserva».Durante mucho tiempo, Múgica, de suyo locuaz y ameno conversador, enmudecía si se lemencionaba siquiera de pasada el «tema tabú» del 23-F, o sus relaciones promiscuas con militares ypolíticos de partidos rivales, o si se pronunciaban seguidas las palabras «Armada», «almuerzo» y«Lleida». Sus pupilas negras se encendían como carbones, tragaba saliva y apelando a la amistad,

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