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LA-GRAN-DESMEMORIA-PILAR-URBANO

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faltaban algunas opiniones in voce, sin folios, de argumentos que en caliente y «con la venia de SuMajestad» proponían «independencia», «neutralidad», «tener nuestra propia fuerza disuasoria»,«cerrar las bases y que empiecen a valorarnos», «recordemos el papelón que nos hicieron jugar enIfni o, más reciente, cómo estamos saliendo de Sahara»...—En lo que respecta al contenido defensivo militar —dijo el general De Santiago, comoresumiendo las posiciones expuestas—, las ventajas para las Fuerzas Armadas no se ven por ningunaparte. Este acuerdo no nos asimila a la OTAN. Seguimos fuera del club. Nosotros los ayudaremos aellos, pero ellos a nosotros, no. Dicho esto, no parece que por parte militar se vea la necesidad devincularnos, y nada menos que con un tratado entre dos Estados, a no ser que haya un interéspolítico...Eran las mismas posiciones que Carrero Blanco defendió tozudamente ante Henry Kissinger el 19de diciembre de 1973. Al día siguiente reventaba dentro de su vehículo oficial, por el impacto de unacarga de C4, explosivo estadounidense de uso exclusivo militar, activada por Euskadi Ta Askatasuna(ETA).Arias Navarro, su sucesor en la presidencia del Gobierno, inició inmediatamente la negociacióncon Estados Unidos. Hasta el momento presente. Dos años de discusiones y regateos, con cara deperro. Franco, enfilando su corredor de la muerte, y el futuro de España en suspense. Al fin, eltratado estaba listo para la firma. Y ahora los generales salían por ese registro... Arias miró al Rey ypidió la palabra:—Señores, pregunta el vicepresidente De Santiago si detrás de este tratado hay algún interéspolítico. ¡Pues claro que lo hay! Más que un interés, una opción. Como nos ha dicho hace un momentoel ministro de Exteriores, este tratado es parte de un todo, y en el contexto político y defensivo dehoy, España tiene que optar por Occidente sin vacilación. No nos podemos costear la neutralidad.Y... no vamos a alinearnos con el bloque soviético. En cuanto a las contrapartidas de las que algunosaquí desconfían, les recordaré que el Caudillo no sólo aprobó el anterior acuerdo marco, muyinferior a este tratado, sino que dijo al ministro Pedro Cortina, que era el negociador: «No se vengande ahí —Franco en persona los llamó por teléfono a Nueva York— con las manos vacías. En últimotérmino, si no consiguen ustedes lo que quieren, firmen lo que les pongan delante. Pero el acuerdo lonecesitamos.»La mención a Franco fue como un abracadabra que zanjó la discusión. [34]El Rey les ofreció después un refrigerio y charló distendidamente con los ministros militares y conlos jefes de los estados mayores.Sabía que en el Ejército había dos capas generacionales: una, de coroneles hacia arriba, elgeneralato, un Ejército franquista, chapado a la antigua, cargado de medallería y reacio al cambio; yotra, de tenientes coroneles hacia abajo, la oficialidad que pedía modernización militar, aperturasocial y democracia política. Él tendría que estar con unos y otros. A los de arriba, recibirlos enaudiencia, escucharlos, comprenderlos, y no permitir que por hache o por be les saltasen elescalafón. A los jóvenes, fajárselos en maniobras y ejercicios tácticos, abrirles un porvenir encontacto con oficiales europeos y americanos. Su preocupación era una posible fractura dentro delEjército si se radicalizaban las dos tendencias: el inmovilismo de los veteranos y la exigencia deapertura por parte de los capitanes y los comandantes jóvenes.Hizo un aparte con Areilza, que estaba indignado con cuanto había escuchado allí. Al día siguienteviajaba a Bonn, Luxemburgo y París para llamar a las puertas de los países comunitarios, conscientede que nuestro dificilísimo acceso a la Comunidad Económica Europea (CEE) pasaba por dosantesalas ineludibles: una desfranquistización del sistema con garantías democráticas, y eso como

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