Ley de Defensa Nacional - Ministerio de Defensa

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8 de abril de 1988
externo. Al respecto, resulta ilustrativo señalar que en la segunda reunión de la Comisión de
Defensa de la citada Mesa, tanto el presidente de la Comisión de Defensa Nacional de este cuerpo
como el asesor ad hoc del Partido Justicialista dejaron bien en claro que el hecho de no mencionarse
la utilización de las Fuerzas Armadas en el marco interno en el texto de ese proyecto no
implicaba una limitación a las facultades que la Constitución Nacional otorga al presidente de la
República en el artículo 86, incisos 15 a 17, ya que la limitación del uso de las Fuerzas Armadas
sólo al caso de agresión externa se sustentaría en la necesidad de no contemplar dicha hipótesis
excepcional como rol específico de las Fuerzas Armadas, cuyo fin en casos graves de orden interno
no le está vedado al Poder Ejecutivo por ninguna previsión de la Carta Magna.
Quienes sustentan este nuevo proyecto, dejaron establecido que la separación del concepto
de Defensa Nacional del de seguridad interior, responde sólo a un problema metodológico, sin
que ello implique el rechazo de otros sistemas que podrían haberse utilizado para abordar el
tema. Lo expuesto fue sintetizado cuando se afirmó: “…no nos olvidamos de las agresiones internas;
sólo las tratamos en otra ley”.
Aclarado el fundamento doctrinario expuesto, y obligados por la pobreza del mensaje que
acompaña al proyecto, conviene hacer algunas precisiones.
En primer lugar, discrepamos con la separación de los conceptos de Defensa Nacional y de
seguridad interior que adopta la ley. En segundo término, si las Fuerzas Armadas y las fuerzas
de seguridad —Gendarmería y Prefectura— son parte componente del Sistema de Defensa
Nacional, estas últimas en los términos que prescribe la ley en su artículo 9º inciso g), teniendo en
cuenta que según el artículo 31 los dos cuerpos de seguridad citados, en caso de guerra, “podrán
ser asignados a comandos estratégicos operacionales y comandos territoriales, según se derive del
planeamiento correspondiente”, siguiendo igual metodología, resulta a todas luces necesario que
el proyecto prevea expresamente que en caso de excepción grave, como es la guerra, para las fuerzas
de seguridad, o grave conmoción interior, para las Fuerzas Armadas, estas últimas puedan ser
utilizadas cuando la índole y extensión del conflicto interno aconsejen su empleo en virtud de lo
expuesto por la normativa constitucional citada, sin que ello implique alterar el rol primario y
específico que a las Fuerzas Armadas se les asigna en este proyecto.
(Lee) “Destacamos que a nuestro criterio resulta superior, conceptual y técnicamente, el artículo
2º de la ley española de defensa que, junto con la Constitución de 1978, en este punto
inspiró fuertemente a los redactores del proyecto. Así lo manifestaba ayer el señor senador por
La Pampa.”
Allí la Defensa Nacional se encuentra dispuesta para enfrentar cualquier forma de agresión,
sin limitar el concepto a sólo una especie de éste, la de origen externo, como lo hace el proyecto
que tratamos.
Señora presidente: debemos mirar hacia adelante. Pero olvidar, como lo hace el proyecto,
que existen agresiones internas de origen externo, olvidar como bien lo señalara premonitoriamente
el señor presidente de la Nación, cuando siendo diputado nacional dijo: “La democracia
representativa está permanentemente amenazada por la guerra subversiva”, sería caer dentro del
calificativo de “idiotas útiles”, que utilizara el señalado legislador, para aquellos que no advierten
la realidad de esa amenaza. (Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, 1965, página 4135).
Hechos como los indicados, cuya reaparición no se advierte probable, deben alertarnos, deben
ser prevenidos en un cuerpo normativo de las características del que hoy se debate en este
recinto.
Pareciera que la vigencia del sistema democrático es, para algunos políticos argentinos, garantía
suficiente de permanente paz interior y de la desaparición definitiva de cualquier brote, de
futuros hechos subversivos. Lamentablemente, la situación que enfrentan en el marco interno
las democracias de las repúblicas del Perú y Colombia debería ilustrarnos y advertirnos para no
ser ingratamente sorprendidos.