Ley de Defensa Nacional - Ministerio de Defensa

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8 de abril de 1988
Se tratan de minimizar también las condiciones estratégicas del sector austral, pretendiendo
trasladarnos hacia el polo Norte, y yo pregunto, reiterando lo que alguna vez dije, cuál es la ruta
posible y más segura para los grandes barcos en el transporte de cualquier tipo de material, incluso
de hidrocarburos, si no son los pasos del sur. Nosotros los defendíamos para que sirviesen a
la humanidad, cumpliendo el mandato sanmartiniano. Pero hemos sido atrapados nuevamente
por las redes sutiles de la piratería internacional.
Pretenden darnos explicaciones para bobos cuando nos dicen que las maniobras aeronavales
tienen por objeto disuadir, con el fin de que nosotros no volvamos a enojarnos con “nuestros patrones”
ni a rebelarnos. Pero utilizan armamentos totalmente sofisticados, que sólo tienen las potencias
que se están disputando el globo. Frente a nuestro propio territorio han circulado aviones y
submarinos atómicos, y tienen emplazamientos misilísticos en esa gran base que son las Malvinas.
Y nosotros pretendemos restarles la importancia que realmente tienen en la estructuración
del mundo del futuro, en esta controversia tan absurda como cruel entre dos colosos con ideologías
distintas. No sólo se da aquí el choque ideológico sino que es un choque de intereses.
Debemos advertir a los argentinos, en vista de que el Tratado Antártico vencerá en 1990, que
éste puede ser un paso más para desplazarnos del continente blanco, donde tenemos legítimos
derechos por tradición, por estructuras geológicas y por proyección de país.
Esto es lo que debemos determinar en una ley de defensa. Pese a considerarla totalmente incompleta,
voy a votarla nuevamente porque aspiro a que comencemos a tener algo del andamiaje
que necesita la Nación para presentarse con real dignidad, y que los argentinos entendamos de
una buena vez la valoración que debemos tener de nuestro suelo.
No quiero encerrarme en el estrecho marco de los ámbitos geográficos porque nosotros pertenecemos
a un continente, o a un subcontinente, y ese era el espíritu que animó a los hombres
de la Independencia.
Por eso, reclamo a los docentes y al Ministerio de Educación para que alguna vez enseñemos
y destaquemos la Declaración de la Independencia de 1816, que comienza diciendo: “Nos, las
Provincias Unidas en Sudamérica”, porque existía el concepto de la patria continental; para que
enseñemos de una vez que la flota inglesa en 1806-1807 no se perdió y vino por casualidad a
recalar en las playas de Quilmes; para que determinemos que el bloqueo anglo-francés fue nada
más y nada menos que la amenaza por resistirnos al sometimiento; de modo que algún día rindamos
el homenaje real y sincero a aquellos que defendieron la dignidad de la Nación, en el Paso
de Obligado, y a que, aun instituido como Día de la Soberanía, no damos al hecho la relevancia
que realmente tiene.
Todas estas cosas, señor presidente, convergen hacia un punto donde realmente entra en
juego esta libertad que debe articularse en todos los campos para determinar el proyecto de país
que nosotros queremos; el proyecto de país para los hombres argentinos y también para nuestros
hermanos americanos y para todos los hombres del mundo que a través de diversas gestas en
nuestra historia han puesto de manifiesto el respeto y la solidaridad.
Ese proyecto de país no es privativo de una agrupación política o de algún ciudadano; lo
tenemos que diagramar entre todos porque la Nación es de todos. De esta manera, podemos
volcar todas nuestras inquietudes y realizar un aporte sincero para lograr el país que queremos
para servir a la humanidad toda.
No está de más recordar todos estos aspectos que fueron ocultados en un cono de sombra
en la historia que escribieron los vencedores. El viejo Virreinato del Río de la Plata, el más pobre
de la corona de España, ganó guerras desde los albores de la Independencia pero siempre perdió
generosamente los territorios, porque lo que ganamos en el campo de batalla a costa de nuestra
sangre fue entregado al imperialismo de turno por los doctores en las trastienda de las negociaciones
espurias. Esto se produjo por la incomprensión, tal vez la inmadurez, de los pueblos y
trajo como consecuencia la atomización de América.