Ley de Defensa Nacional - Ministerio de Defensa

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8 de abril de 1988
nacionales de inteligencia o consejos de seguridad, como en los casos de Francia, Italia y Estados
Unidos.
Tal como lo sostuve en mi proyecto y como lo ha reconocido el señor senador por La Pampa,
doctor Berhongaray, afortunadamente el proyecto que consideramos también establece que en
la Central Nacional de Inteligencia o en el Consejo de Seguridad, como se lo quiera llamar, debe
estar representado el Parlamento. En el proyecto que consideramos se dice que serán los presidentes
de cada una de las comisiones de Defensa de la Cámara de Diputados y del Senado y
agregados dos senadores más: uno por la mayoría y otro por la primera minoría.
Así se contempla, señor presidente, lo que surge de las legislaciones italiana y francesa, con la
única diferencia de que en la primera el número de miembros del Parlamento es superior al que
establece el proyecto al que me estoy refiriendo.
Debo expresar, señor presidente, que la Central Nacional de Inteligencia, de la que dependerá
el SIDE, es más que un problema militar una cuestión política.
(Lee) “Señor presidente: en los últimos tiempos la opinión pública y el gobierno nacional en
sus tres poderes se han visto sorprendidos y conmovidos por una serie de irregularidades que
van desde la verdad a medias —que por ello deja de ser tal— a hechos de suma gravedad por su
carácter delictivo y rayanos en esta calificación que pusieron en peligro la estabilidad democrática,
teniendo como protagonistas principales a los servicios de inteligencia en su más amplio
espectro. Ello ha puesto en duda la credibilidad de los mismos.
Concretando, daré como ejemplo por su resonancia, los secuestros extorsivos del industrial
Pescarmona y del empresario Sivak, así como el caso del ex agente de los servicios Guglielminetti,
en los cuales se vieron involucrados los servicios de inteligencia con ecos tales que sus consecuencias
son aún impredecibles y que echaron un cono de sombras sobre la eficacia y puridad de procedimientos
de los mismos al grado tal de hacer estremecer hasta los cimientos, ante la probanza de hechos
espurios y manejos equívocos, a organismos, personalidades y ministerios del Poder Ejecutivo
Nacional, quedando al descubierto algo sospechado y advertido —aunque no escuchado— por la
oposición desde tiempo ha, en el sentido de que en los servicios existen marginados enquistados en
los mismos. Sabido es que una porción de impureza, por mínima que sea, corrompe la más noble
intención, rebajándola de nivel de su propia degradación. Ello acaeció en la comunidad informativa
de la República y si de algo debemos felicitarnos es de que la realidad haya surgido en toda su
crudeza y que las palabras sensatas hayan hecho mella en los poderes del Estado.
La desorganización que presentan los servicios de inteligencia, su ineficiencia, su falta de
coordinación y sus nefastas consecuencias son demostrables, sin ahondar en profundidad en el
tiempo.
Ello surge trágicamente para la República en la guerra de las Malvinas con Gran Bretaña,
entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982. Ninguno de los servicios de inteligencia de nuestras
Fuerzas Armadas en sus hipótesis de conflicto pudo trazar las coordenadas a que estaban obligados
para pretender un objetivo de victoria y, por el contrario, su incoordinación, impericia y
negligencia grave nos impulsó a una guerra que trajo como consecuencia inmediata que nuestras
tropas enfrentaran el combate en condiciones de inferioridad, y la mediata, fue la derrota.
Que algo está podrido en Dinamarca surge claramente debido a la desorganización reinante
en los servicios de inteligencia que pululan inorgánicamente en todo el cuerpo de la Nación con
graves falencias que atentan contra su eficacia y organicidad al actuar desarmónicamente y en
compartimientos estancos. Tenemos así que del Ministerio del Interior dependen los servicios
de Policía Federal (seguridad federal) y los de las policías provinciales. La dispersión es total y la
desorientación, como resultado de ello, no es menor.
Es tal el número de fuentes directas e indirectas que componen la comunidad informativa, a
grado tal de ser dificultoso hasta para el más informado señalar, de manera precisa, cuál es totalidad
de la misma así como el número de agentes, que se calcula en algo más de tres mil.