Ley de Defensa Nacional - Ministerio de Defensa

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8 de abril de 1988
El artículo 10º del proyecto que consideramos diluye esa claridad dado que siempre se establece
el necesario asesoramiento —y recalco, necesario— de otros funcionarios, lo que en cierta
manera parece cercenar las atribuciones presidenciales conferidas sin retaceos por la Constitución
Nacional.
Cuando la Constitución quiere limitar o reglar tales facultades lo establece expresamente,
como ocurre con la provisión de empleos o grados de oficiales superiores del Ejército y de la
Armada, exigiendo, en tal caso, el acuerdo del Senado, conforme al artículo 86, inciso 16, de la
Constitución Nacional.
Al leer el proyecto hay dos observaciones que saltan a la vista inmediatamente. La primera es
la cantidad de definiciones, de directivas y de finalidades. La segunda es la separación constante
para legislar entre este proyecto que se declara referido a la defensa exterior y una eventual ley
sobre defensa interior.
En cuanto al primer aspecto —las muchas definiciones— es un asunto siempre criticable y,
en última instancia, mejor fuera colocarlo en un artículo sobre significación de términos.
En cuanto al segundo aspecto que señalo, el de las directivas y las finalidades, recuérdese que
nuestra Constitución reservó al Preámbulo para ello, porque en ese entonces se sabía que las
leyes deben contener disposiciones imperativas y no preceptos de otra índole.
Mi colega de representación por Corrientes, el senador Romero Feris, ha destacado con minuciosidad
una serie de defectos técnicos y la, a nuestro juicio, equivocada percepción política que
subyace en el espíritu del proyecto de ley que consideramos. También expresó diversas críticas,
todo lo cual traduce nuestro pensamiento común, adelantado por los señores senadores a quienes
sucedimos, como bien acaba de señalarse, lo que también fue expuesto en la Mesa del Consenso.
No voy a entrar en el análisis de ciertas situaciones particulares ya examinadas en su exposción
y que doy por reproducidas.
Centraré, entonces, mi exposición en un mayor abundamiento sobre el tema, ya debatido
antes y también ahora, referente a la diferencia cortante que el proyecto establece entre la defensa
o la seguridad exterior y la defensa o seguridad interior, asunto éste que sin duda constituye la
médula que inspira filosófica y políticamente el proyecto en debate.
Sé que la seguridad o defensa exterior es diferente de la seguridad o defensa interior; sé que
son conceptos distintos. Son cosas diferentes pero deben ser consideradas al mismo tiempo, porque
eso surge de la lógica y de la propia Constitución.
En la vida hay muchas cosas que son distintas pero que debemos sincronizar, armar, tratar
en conjunto. Por ejemplo, nunca habremos escuchado hablar de un preparador físico que enseñe
a correr con la pierna izquierda, dejando pendiente la cuestión de la pierna derecha para dentro
de un par de años, de trescientos sesenta y cinco días para un término indefinido como acaba de
referirlo precisamente el señor senador Romero Feris.”
—Ocupa la Presidencia el señor presidente de la comisión
de Presupuesto y Hacienda, senador Juan Trilla.
Sr. Aguirre Lanari.—Y esto sea dicho sin perjuicio de que en el mundo actual a veces tengamos
problemas internos motivados por situaciones que provienen del extranjero. Esto es así
a punto tal de que en muchas oportunidades es difícil o casi imposible calificar las situaciones
como internas o externas solamente.
El ejemplo de la sincronización o tratamiento integral de los problemas que pueden emerger
del campo que examinamos es un asunto que surge de una lógica irrefutable. Es evidente que en
ejercicios de sus poderes de guerra el presidente de la República puede apelar a la Gendarmería
Nacional, a la Prefectura Naval Argentina y a la Policía Federal Argentina para la realización y
apoyo de tareas bélicas que hagan a la defensa exterior.