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21.Aprenda optimismo Haga de la vida una experiencia gratificante

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es decir, si podemos convencer al establishment realizando un estudio impecable,

entonces habremos hecho una verdadera revolución en el sistema de salud».

Esa mañana Judy Rodin, Sandra Levy y yo tomamos la decisión de hacer el

intento. En primer lugar, presentamos el proyecto ante la fundación para lograr su

apoyo a fin de realizar un trabajo sobre terapia cognitiva destinado a mejorar el

sistema de la inmunización. Conseguimos que se aprobara rápidamente, y en los dos

años que siguieron tratamos a cuarenta pacientes que vivían angustiados por

melanomas o cánceres de colon. Se siguió administrando a esos pacientes el

tratamiento de costumbre, consistente en radiaciones y quimioterapia; pero, durante

doce semanas y a razón de una vez cada siete días, estuvieron recibiendo una forma

modificada de terapia cognitiva. Diseñamos la terapia en cuestión no para curar la

depresión sino para armar a dichos pacientes con nuevas formas de considerar la

pérdida: reconocimiento automático de sus pensamientos; distracciones; discusión de

las explicaciones pesimistas. (Véase el capítulo 12.) Como suplemento de la terapia

cognitiva se les enseñó cómo relajarse para manejar mejor la tensión. Creamos

asimismo un grupo de control de pacientes de cáncer a quienes se administró la

misma terapia física pero no la cognitiva ni el entrenamiento de relajación.

«¡Por las barbas del Profeta! ¡Tendrían que echar un vistazo a estos números!»

Jamás había oído a Sandy tan excitada como aquella mañana de noviembre en que

me llamó por teléfono, dos años después. «La actividad de las células NK se ha

disparado en los pacientes que recibieron terapia cognitiva. No pasó absolutamente

nada en los enfermos del grupo de control. ¡Por las barbas del Profeta!»

En pocas palabras, la terapia cognitiva acentuó la actividad inmunológica…

exactamente como esperábamos que sucediera.

Todavía es demasiado pronto para saber si esa terapia cambió el curso de la

enfermedad o salvó las vidas de aquellos pacientes de cáncer. La enfermedad avanza

mucho más lentamente que la actividad inmunológica, que puede cambiar de un día

para otro. El tiempo dirá la última palabra. Pero este estudio piloto bastó para la

Fundación MacArthur. Como buenas almas intrépidas que son, estuvieron de acuerdo

en apoyar el proyecto a largo plazo. A partir de 1990 estaremos aplicando terapia

cognitiva a pacientes de cáncer en una escala mayor, tratando de dinamizar el

sistema inmunológico y vencer la enfermedad… y, tal vez, incluso prolongarles la

vida.

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