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21.Aprenda optimismo Haga de la vida una experiencia gratificante

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la cabeza negativamente. Parecía que estuviera llevando la cuenta de todos los

errores cometidos por mí.

Hasta que al fin terminó mi discurso. El aplauso que me brindaron fue caluroso, y

me sentí aliviado, ya que había salvado con comodidad aquel obstáculo. A

continuación el profesor a cargo del cual iría la tradicional «discusión» de mis

puntos de vista, inició su discurso con unos amables lugares comunes. El sujeto de

marras resultó ser el desconocido renuente de la primera fila. Se llamaba John

Teasdale. Lo había oído alguna vez, aunque nada sabía acerca de él. Según supe

después, Teasdale era uno de los nuevos conferenciantes habituales del

departamento de psiquiatría y estaba recién salido del departamento de psicología

del Maudsley Hospital.

«En verdad no deberían dejarse llevar por este relato fantástico —dijo ante la

audiencia—. La teoría es completamente inadecuada. Seligman acaba de exponer el

hecho de que un tercio de sus sujetos humanos nunca se convierte en un desvalido.

¿Por qué no? Y entre los que sí lo hicieron algunos mejoraron enseguida y otros

nunca se recuperaron. Algunos se sintieron impotentes sólo en una situación idéntica

a la que aprendieron a ser impotentes; ya no intentaron siquiera escapar al ruido. Sin

embargo, otros se rindieron ante situaciones completamente nuevas. Preguntémonos

por qué. Algunos perdieron su autoestima y se culparon a sí mismos por no haber

escapado al ruido, mientras que otros culparon al científico que había ideado el

experimento. ¿Por qué?»

Aparecieron en el rostro de más de uno de los presentes señales de desconcierto.

La punzante crítica de Teasdale había sembrado la duda en todos. Diez años de

investigaciones, que había considerado definitivas cuando inicié aquella

conferencia, ahora parecían sembrados de cabos sueltos.

Me había quedado casi sin palabras. Pensaba que Teasdale tenía razón, y me

molestaba no haber previsto aquellas objeciones. Mascullé algo acerca de que así es

como la ciencia sigue avanzando, y a modo de réplica pregunté a Teasdale si él era

capaz de resolver la paradoja que me planteaba.

«Sí, creo que puedo —dijo—. Pero no es éste el momento ni el lugar.»

No pienso revelar ahora la solución de Teasdale, porque voy a proponerle a usted

el primer test, una breve prueba que le ayudará a descubrir si es optimista o

pesimista. El hecho de conocer la respuesta de Teasdale a la pregunta de por qué

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